La llamada sociedad civil se encuentra indefensa frente a la palabra caprichosa del poder omnímodo del Poder Ejecutivo
Sofocado por la inseguridad México clama por un soplo de política pública que le permita oxigenar el cuerpo social.
Aquí no cabe aquello de que a fuer de repetir una mentira, termina por convertirse en verdad.
Cada fresca mañana que el presidente Andrés Manuel López Obrador insiste en que el país está feliz, feliz, con crecimiento económico, sin corrupción, con criminalidad a la baja, con una política de seguridad eficiente. Se quiere engañar a sí mismo. Ese país al que él se refiere ¡no es México!
Los criminales, a los que él pide a respetar, se mueven libremente por cualquier territorio del país, constituyendo un poder fáctico contra la sociedad.
Para López Obrador su política de seguridad es un dogma de fe.
Con 118 mil elementos de la Guardia Nacional, más efectivos militares en las calles, hay más inseguridad, más masacres, más desaparecidos y más impunidad.
Hay miles de muertos y pobres regados por todo el país, entre ellos, una docena de periodistas caídos por las balas; y qué decir de los dos sacerdotes jesuitas y un laico asesinados recientemente en una iglesia en Chihuahua que son a decir del presidente de la República un producto del neoliberalismo.
¿Qué decir de los 125 mil homicidios dolosos en lo que va de este gobierno de la 4T?
Estos muertos son de Andrés Manuel López Obrador, no son de los presidentes anteriores; ellos tuvieron los suyos. Felipe Calderón cargó con 120 mil y Enrique Peña Nieto con 156 mil.
Ya basta de culpar de todo lo malo al pasado político, eso es negar la historia misma de México.
Cuando hay voces que sugieren o exigen un cambio en la estrategia de seguridad, me atrevo a decir que, a casi cuatro años de este gobierno lopezobradorista, nunca ha habido una estrategia.
Al protestar “guardar y hacer guardar la Constitución”, el presidente empeñó su palabra frente a un pueblo harto de un gobierno peñista corrupto y frívolo, se comprometió a defender las instituciones de la República y con ellas a los organismos autónomos que han fortalecido la vida democrática de la nación.
¿Pero qué ha hecho? Dar la espalda a esos compromisos y hacer de ese juramento letra muerta.
La llamada sociedad civil se encuentra indefensa frente a la palabra caprichosa del poder omnímodo del Poder Ejecutivo.
La política de salud ha dado pasos hacia atrás, la política educativa ¡ni hablar! Las políticas públicas de protección a las mujeres son inexistentes, la política migratoria está en crisis por no hacer mención de otros huecos en la administración de la justicia, del respeto a las leyes y el derecho a disentir, amén de la falta de apoyo al campo, a la promoción turística y una política internacional congruente con los principios y dignidad que siempre distinguieron a México en el concierto de las naciones.
Es llorador ver innumerables grupos de mujeres rascando la tierra con las uñas en busca de sus familiares desaparecidos porque las autoridades no hacen su tarea además de que día con día se multiplican las fosas clandestinas con cientos de restos humanos sin identificar.
Urge hacer una reingeniería del sistema de seguridad, aunque esto significaría un alto costo para los grupos de poder como el Ejército que, hoy por hoy, tiene en sus manos incontables tareas por realizar, adjudicadas directa e irreversiblemente por voluntad del presidente López Obrador .
¿Podrá el próximo presidente de Mexico parar la desinstitucionalización, cuando el dinero del crimen organizado es un componente en las venas de la política?
Así la situación, ¿no es para que México esté agobiado?
¡Digamos la verdad!