
Vargas Llosa, con su genio para fundir humor, tragedia y crítica social, nos legó un testamento que arde con la esencia de su país. Su muerte nos duele, pero su visión perdura: un Perú que, como sus amantes, busca sanar sin apagar su fuego
Un amor que incendia el alma de un Perú en llamas
Mario Vargas Llosa, cuya pluma elegante, ardiente y de gran versatilidad se apagó en Abril de 2025, forjó Travesuras de la niña mala (2006) como un relámpago que ilumina el corazón desgarrado del Perú de los años 50 a los años 80.
El amor febril entre Ricardo Somocurcio, un alma consumida por la pasión, y la niña mala, un huracán de rebeldía, no es solo una historia de amantes: es una analogía abrasadora de un país que se quema entre sueños de liberación y cicatrices de conquista, desigualdad, migraciones y violencia guerrillera. Vargas Llosa, que en 1990 se lanzó a la presidencia con el anhelo de intentarcon el sueño de sanar un Perú fracturado, volcó su esfuerzo en la redención en los personajes de su novela, que arden en un amor tan caótico como su nación.
Nacido en Arequipa en 1936, Vargas Llosa conoció el fulgor de Miraflores y el rugido de un país destrozado por Sendero Luminoso.
Inspirado por Madame Bovary, tejió un amor “antirromántico” que desgarra el velo de las pasiones humanas y refleja un Perú en llamas, donde la esperanza se hace añicos cuando se enfrenta al dolor. Su candidatura presidencial, un grito por unir un pueblo dividido, late en Ricardo, que persigue un amor imposible como quien sueña con un país estable, y en la niña mala, que huye de toda cadena, como un Perú que busca su libertad. Si has sentido un amor que te enciende y te destroza, podrías entender como un sentimiento así, puede asemejar una nación que lucha por renacer de sus cenizas una y otra vez.
Las calles polvorientas de migrantes, el estruendo de consignas revolucionarias en las piedras de sus edificios coloniales, el pavor de las bombas guerrilleras inspiradas en ideales que en esa época permeaban en un estilo de vida. Asi Vargas Llosa enhebra a los amantes en el escenario que los abraza, volviendolos un crisol que forja sus corazones.
La niña mala, desafiando las normas latinoamericanas que exigen el sacrificio femenino, huye del amor emulando un Perú que se rebela contra la opresión. Ricardo, preso de su deseo, encarna la nostalgia por un país que se desvanece. Este incendio de pasión y dolor resuena en el Perú de hoy, donde el brillo del crecimiento económico no borra las sombras de la desigualdad ni los ecos de una identidad en pugna, herencia de las batallas de los 50 a los años 80.
Vargas Llosa, con su genio para fundir humor, tragedia y crítica social, nos legó un testamento que arde con la esencia de su país. Su muerte nos duele, pero su visión perdura: un Perú que, como sus amantes, busca sanar sin apagar su fuego.
Esta serie de tres partes desentraña cómo el amor de Ricardo y la niña mala refleja ese Perú en llamas. La primera parte explora la obsesión de los dos protagonistas, un eco del anhelo por estabilidad.
La segunda exalta la autonomía de la niña mala, un rugido de resistencia que retumba con la lucha peruana por redefinirse. La tercera une su amor con la búsqueda de liberación, mostrando que, como la identidad nacional, esta historia de dos seres humanos se funde entre la pasión y la búsqueda de encontrar como continuar pese a las heridas.
Cada parte entrelaza lo emocional —deseo, vulnerabilidad, desencanto— con lo social —patriarcado, desigualdad, violencia—, iluminando cómo el caos de un país y el sueño de Vargas Llosa encienden fuego en quienes nos perdemos en las páginas de esta magnifica novela.
Continúa el lunes 14 de julio.
DZ