Ahí andaba el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, tratando de zafarse de su obligación de encabezar la reconstrucción de la ciudad para tratar de ser el candidato presidencial del bloque PAN-PRD, cuando, a la callada, de las entrañas de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos salió humo blanco respecto … Continued
Ahí andaba el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, tratando de zafarse de su obligación de encabezar la reconstrucción de la ciudad para tratar de ser el candidato presidencial del bloque PAN-PRD, cuando, a la callada, de las entrañas de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos salió humo blanco respecto al incremento al salario mínimo.
Así, sin darse cuenta salía a los medios el propio presidente de la República, Enrique Peña Nieto, a dar cuenta de lo que consideró un triunfo para el poder de compra de los trabajadores de menores ingresos.
La bandera de varios años de lucha electoral, el parapeto para ocultar tantas fallas como gobernantes de una ciudad en caos, repentinamente fue colgada como una medalla presidencial.
La reacción con el rostro desencajado fue señalar como responsable de un aumento tan escaso al Banco de México.
Le hicieron caso al banco central y el aumento fue insuficiente. Esa fue la reacción.
Está claro que para la autoridad monetaria es, desde la perspectiva de su obligación de controlar la inflación, un hecho positivo que el aumento no abone a una carrera entre los salarios y los precios.
Y desde la perspectiva del gobierno federal, qué mejor que cargarle el muerto de un aumento tan bajo a la figura de un gobernador que la próxima semana estará a bordo de un avión con rumbo a Suiza.
De hecho, Agustín Carstens puede agregar a su currículum que justo antes de irse evitó una presión inflacionaria más que permitiría regresar el Índice Nacional de Precios al Consumidor a niveles aceptables para el Banxico hacia finales del próximo año, con todo y una baja en la tasa de interés de referencia.
Lo cierto es que desde el punto de vista de los cientos de miles, quizá algo superior al millón de personas que perciben solamente un salario mínimo, no fue tan buena noticia que se generara una expectativa de un aumento que superara los 90, 92 y hasta 96 pesos diarios y que sólo quedara en 88.36 pesos diarios.
Y no sólo eso, sino que la cercanía de esta determinación con el final del año anula la posibilidad de un incremento por ajuste inflacionario, porque se había adelantado un aumento independiente de la revisión inflacionaria anual, pero ahora se juntaron. Es un aumento del Buen Fin al 2×1.
La Confederación Patronal de la República Mexicana, que también le encontró utilidad política al tema, considera que este nivel es insuficiente para cubrir las necesidades básicas de alimentación. De eso no hay duda.
Y si bien el incremento en términos reales en lo que va del gobierno es sustancial, de más de 20% por arriba de la inflación, es un hecho que con los niveles de pobreza que prevalecen en el país no hay manera de que nadie de buena voluntad quede satisfecho con el incremento.
Quedó la puerta abierta para un nuevo aumento durante el primer o inicios del segundo trimestre del próximo año. Uno que en lo político llegaría con las candidaturas ya en pleno proceso de obtención de votos.