Dicen los analistas que el fair value del peso frente al dólar debería ser entre 16 y 17 por dólar. Lástima que la paridad cambiaria está determinada por algo más que las matemáticas, las sumas y las restas entre las inflaciones de ambos países. Hay un alto componente humano que es más materia de la … Continued
Dicen los analistas que el fair value del peso frente al dólar debería ser entre 16 y 17 por dólar.
Lástima que la paridad cambiaria está determinada por algo más que las matemáticas, las sumas y las restas entre las inflaciones de ambos países. Hay un alto componente humano que es más materia de la neurociencia y la psicología que de la economía.
Hoy esas variables no matemáticas de la paridad cambiaria están dominadas por la incertidumbre y el miedo. Como sea, la toma de decisiones sigue todavía como un asunto humano a pesar de las millones de operaciones que ya llevan a cabo las computadoras.
El peso mexicano no perdió más valor durante el día de toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos porque no dijo nada nuevo con respecto a las amenazas que ha sostenido desde el primer día de su pre campaña presidencial.
Los mercados financieros no habrán de conocer la paz en un buen tiempo. No hasta que no haya claridad sobre qué sigue para México.
Por eso es que hay que apuntarle como un primer éxito a la cancillería mexicana que esta misma semana tanto el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, como el titular de Comercio, Ildefonso Guajardo, vuelan a Washington para sentarse con sus contrapartes a conocer cuáles son sus planes con respecto a nuestra economía.
Y mucho mejor saber que la próxima semana el presidente Enrique Peña Nieto va a la capital estadounidense a reunirse con su contraparte.
Y a pesar de lo intransigente que es Donald Trump, es en este punto donde tiene algún valor el hecho de que ambos presidentes ya hayan tenido un encuentro previo, en aquella polémica visita del candidato republicano a nuestro país.
Que las cosas sucedan rápido es lo mejor que puede suceder ante la inevitable mala fe de Donald Trump hacia México. Mientras más rápido se den estos encuentros bilaterales, mejor podremos entender qué es lo que pretenden.
Mientras más rápido tengamos certezas de cuál será la nueva relación comercial con Estados Unidos, más fácil será tomar decisiones internas. Si el gobierno de Trump insiste en conseguir un acuerdo comercial a su medida o bien salirse del pacto norteamericano, pues es mejor que esto suceda rápido.
Eliminar la incertidumbre es lo más recomendable, incluso cuando lo que descubramos sea el panorama sombrío de un gobierno en Washington que no se tocará el corazón para afectarnos como un daño colateral de sus planes proteccionistas y populistas.
La otra pinza que puede ayudar a dar certezas financieras es interna y tiene que ver con la ratificación desde la Secretaría de Hacienda de mantener la disciplina fiscal este año.
Un gasto público que se ajuste a la realidad de un crecimiento menor, no sucumbir ante la presión de regresar a ciertos subsidios y no caer en la tentación de reducir ingresos tributarios con fines proselitistas.
Hoy no existe margen para que la moneda mexicana regrese a esos niveles que se calculan como un valor justo de la paridad. Porque hoy el sentido común no está de moda.