Hay muchas anécdotas y noticias superficiales en torno al final de la negociación entre Estados Unidos, México y Canadá para dar forma a un acuerdo que sustituya al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Quizá una de ellas es justo ver cómo Donald Trump se sale con la suya y le cambia … Continued
Hay muchas anécdotas y noticias superficiales en torno al final de la negociación entre Estados Unidos, México y Canadá para dar forma a un acuerdo que sustituya al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Quizá una de ellas es justo ver cómo Donald Trump se sale con la suya y le cambia el nombre al pacto para crear el Acuerdo Estados Unidos, México, Canadá (¿AEUMeC, AEUMC, AEUMCa, AEUMeCa, USMCA?).
Lo primero que hace Donald Trump al anunciar el nuevo pacto en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca es pedir a los simpatizantes de los demócratas que reconsideren su voto para noviembre, lo que deja ver con claridad cuáles son sus prioridades. Lo suyo es el uso electoral.
Quizá como consumidores mexicanos nos interese saber que ahora tendremos acceso al comercio electrónico directamente desde Estados Unidos y Canadá para importar ciertos productos, hasta un determinado nivel de costo, sin aranceles.
Los iniciados verán con más interés la manera como se negociaron los capítulos de solución de controversias, como el Capítulo 19, o bien, los esquemas arancelarios al acero y al aluminio y su convivencia con el acuerdo alcanzado.
Pero hay un aspecto que destaca del acuerdo alcanzado entre los tres países: le pone un piso a la relación bilateral México-Estados Unidos y de paso marca una guía para el gobierno mexicano que inicia justo dentro de dos meses.
Primero, con este acuerdo se debe terminar la tensión comercial que existió desde el triunfo de Donald Trump en las elecciones del 2016 y que tensaron tanto la relación bilateral. Se deben terminar las presiones cambiarias por ese tema, se debe minimizar el discurso antimexicano.
Si se logra concretar todo el proceso legislativo de este nuevo pacto, puede haber una mejor relación bilateral, porque tendrá una base legal, serena y sensata, que escribieron los gobiernos de los dos personajes que suelen ser tan explosivos.
Pero hay una gran ventaja interna por la conclusión del remplazo del TLCAN. El aval que ha dado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador a este acuerdo obliga a su administración al respeto a las inversiones extranjeras.
Las directrices que ahora acepta van en contra de cualquier intento de rompimiento de las reglas del juego financiero mundial, como se arengó durante la campaña presidencial.
Implica, por ejemplo, la obligación de mantener el esquema de apertura energética, porque si bien quedó el tema fuera del nuevo pacto, hay un compromiso con tratar a los estadounidenses y canadienses como inversionistas locales. Muchos de los capitales recién llegados a la industria energética vienen del norte.
Vamos, el nuevo acuerdo de libre comercio de América del Norte, llámese como se llame, acaba por ser un escudo para inversiones como las que se han comprometido para el Nuevo Aeropuerto Internacional de México.
No está escrito en el texto del acuerdo, pero habrá una obligación firmada de respetar los capitales.
El nuevo TLCAN, el USMCA, o como se llame, tendrá la gran ventaja de iniciar a la par del gobierno de López Obrador, con su aval. Por lo tanto, marca un parámetro de lo que el próximo gobierno está dispuesto a hacer y ésa es una señal muy positiva para los mercados.