Lo hace para no verse derrotado ante esa clientela política que todavía le cree, pero que padece los efectos económicos en tiempo real de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2
Algo que no mide bien el presidente cuando sale triunfante en su conferencia mañanera a decir que fallaron los pronósticos y que la economía tuvo una baja menor a lo esperado es que tiene ante sus ojos datos del pasado.
Se planta en su tribuna a alegrarse de una caída de “sólo” 1.6% (comparación preliminar del primer trimestre contra el trimestre inmediato anterior publicado por el Inegi) del Producto Interno Bruto (PIB), cuando este dato corresponde a la historia económica de México del lapso enero-marzo de este año. Una historia que, por el cambio tan radical de la condición económica, es una historia ya lejana.
Lo hace para no verse derrotado ante esa clientela política que todavía le cree, pero que padece los efectos económicos en tiempo real de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2.
La brutalidad de la caída de hoy será el impactante dato estadístico de la caída de 2 dígitos en la actividad económica que veremos el miércoles 26 de agosto de este 2020, cuando el Inegi publique las cifras definitivas del comportamiento del PIB de este segundo trimestre del año.
Pero hoy, cuando se siente la peor depresión en casi 100 años, los mexicanos escuchan a su presidente minimizar las cosas y lo ven cruzado de brazos ante una economía que se derrumba.
Hoy, el juego del gobierno federal no es de los malabares con las cifras económicas, sino su manejo con los asuntos de la salud pública. Específicamente con el conteo de casos de Covid-19.
Está claro que hay una subestimación deliberada, con su modelo centinela, que sirve muy bien para presentar como muy exitoso en el combate de la pandemia a un gobierno que en realidad oculta datos.
Por eso es que el propio presidente habla de haber “domado” la pandemia, de tener “crecimientos horizontales” de los casos. Y por eso, muchas personas han dejado de tomar las precauciones necesarias para cuidar su salud, porque su presidente anunció el sometimiento de la enfermedad.
En materia económica, se congratulan de los errores en los pronósticos, cuando no es así. Abusan de que la mayoría no sabe cómo interpretar los números para, por ejemplo, comparar los datos con Estados Unidos.
La película que quiere ver el presidente con el pedazo de información que reportó del PIB del primer trimestre y la propia Secretaría de Hacienda con un optimismo no apto para expertos en su interpretación de los resultados del lapso enero-marzo no es igual a la cinta de terror que hoy mismo se vive por parte de los ciudadanos.
El discurso presidencial tiene que adaptarse al tiempo real. Y no sólo porque debería abandonar sus dogmas ideológicos que se quedaron atorados por ahí de finales de los años 60 del siglo pasado, sino porque la información que alimenta su discurso tiene un retraso que no lo hacen empático con los que sufren hoy las consecuencias económico-sanitarias de la crisis.
Pero también porque, en la medida que tengan conciencia del tiempo real en materia de la evolución de la enfermedad Covid-19 y del derrumbe económico, tendrán más oportunidad de pensar y ejecutar medidas paliativas efectivas.