Morena tiene un líder absoluto y es un fenómeno de aluvión, por su mayor parte anónimo, en lo fundamental desconocido para la democracia mexicana. El aluvión tiene dos vertientes: la de las plazas llenas y los votos que seguirán de ellas, y la de los políticos profesionales que serán los beneficiarios y representantes de esas … Continued
Morena tiene un líder absoluto y es un fenómeno de aluvión, por su mayor parte anónimo, en lo fundamental desconocido para la democracia mexicana.
El aluvión tiene dos vertientes: la de las plazas llenas y los votos que seguirán de ellas, y la de los políticos profesionales que serán los beneficiarios y representantes de esas plazas y esos votos.
El problema fundamental de Morena en el gobierno será, de un lado, satisfacer las altísimas expectativas que ha sembrado en sus seguidores; del otro, mantener unidos a sus políticos.
Lo primero solo podrá conseguirlo un gobierno eficaz, tarea que se antoja complicada, gane quien gane, porque la herencia central de nuestra democracia es un archipiélago de gobiernos fallidos, dispendiosos, irresponsables e ineficaces.
Otro reto mayúsculo será conducir el aluvión de los políticos profesionales.
Salvo el núcleo fundador, los políticos profesionales de Morena no tienen pedigree partidario. No son de ahí. Hay los comprometidos de la primera ola, y los de la segunda, la tercera, la cuarta, la enésima ola. No tienen historia común ni señas de identidad, ni lealtades y usos y costumbres compartidos. Vienen a un momento de la política que es como la fiebre del oro.
Es previsible que los de la primera ola se lleven mal con los de la segunda, los de la segunda con los de la tercera, y así sucesivamente hasta configurar un aleph de discordias entre gente que acaba de conocerse.
Las discordias de políticos profesionales siempre tienen consecuencias. En el camino de Morena serán más importantes los pleitos profesionales de sus políticos, escondidos hoy bajo la sombra de la unidad y la adhesión a su líder, que los desacuerdos de los seguidores.
El líder indiscutido de hoy tendrá que lidiar con los lideratos intermedios fragmentados de mañana, entre otras cosas porque no podrá saltar hacia el pueblo puro y duro por encima de sus intermediarios profesionales.
Salvo algunos casos visibles, la pregunta fundamental sobre los políticos emergentes de Morena es quiénes son realmente. Mejor dicho: quiénes resultarán ser una vez que se asienten las aguas.
Porque Morena es una especie de niño que se hizo adolescente en 12 meses, adulto en 24, y se está quedando con el gobierno de un país de 120 millones de habitantes en un solo envión electoral.