“No puede haber pueblo pobre con gobierno rico” nos martillaron hasta la saciedad durante el sexenio pasado…
Todo se sabe, dice Úrsula Inguarán en una de las más reveladoras frases de Cien Años de Soledad, cuando se le agusana un guiso en la olla, y ella adivina un destino lejano. Es también el nombre de la exposición homenaje documental “Todo se sabe: el cuento de la creación de Gabo”, que se clausura este sábado dos de agosto en la Biblioteca Nacional de Colombia.
También es ley de vida, que los políticos del cuatrote hoy empoderados debieran memorizar. ¿O acaso Adán Augusto soñó que nunca se sabría de la delincuencia organizada que comandaba en Tabasco su jefe de la seguridad del estado del que él era gobernador?
Una cachucha y unos lentes oscuros no pueden disfrazar la presencia de Andy en un hotel caro de Tokio. Para nosotros, los mexicanos de a pie, no hay de otros.
Y el secretario de Educación, Mario Delgado Carrillo (que todavía debe lo de la línea 12 del Metro) puede jurar ante un altar que pagó de su cuenta personal su estancia en Lisboa antigua, y Ricardo Monreal afirmará que nada más fue a la cafetería del hotel Villamagna en Madrid para tomarse un cortadillo con algunas deliciosas pastas.
Todo lo hubieran querido haber podido ocultar; pero todo se sabe.
Y, además, no tiene nada de malo que los seres humanos tomen un período de descanso de sus actividades habituales, en el lugar y en compañía de quienes les plazca. Es un derecho natural.
Lo que no es tal, es la mentira como instrumento esencial de la conducta; especialmente cuando se es un funcionario público. Mucho menos cuando se es de alto nivel.
Ni pensarlo cuando la entidad política a la que se pertenece, ha consagrado como su credo y norma de vida, una austeridad que nació republicana Juarista y luego en los estertores de la demencia senil, se convirtió en franciscana.
“No puede haber pueblo pobre con gobierno rico” nos martillaron hasta la saciedad durante el sexenio pasado; de vez en cuando la frase, que no es hueca, se repite en los monólogos de la señora presidente para adoctrinar al pueblo.
Si, como quiero suponer, doña Claudia Sheinbaum cree en ese precepto, ¿cómo es posible que sus más cercanos compinches en el gobierno le contradigan con su conducta ostentosa? ¿El discurso reiterado de la mujer poderosa del país es simplemente una voz en el desierto? Gobernar, dice ella y yo lo traduzco como “hacer política” es un ejercicio de humildad. ¿Qué merecen los que no se ajustan a esa norma?
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Definitivamente, el dogma insensato de que pueblo y gobierno de España están olbigados a pedir perdón a México por los desmanes ocurridos durante la guerra de Conquista, cuando no existían ni México ni España, es tan inamovible como la convicción de Donald Trmp de que todos los países han estado alimentándose de las ubres de los Estados Unidos y su riqueza y que ahora tienen que pagar.
El ridículo y prolongado bailable en el Zócalo el fin de semana pasado, los discursos inanes de las que mandan en el país y en lo que queda de Tenochtitlán, lo ratificaron.
La postura no resiste el menor análisis histórico y científico serio.
¿Alguien estaba insinuando que nos gobiernan con sentido histórico y cierto?
