Ahí andaban los cuatro candidatos a la presidencia tratando de animar a los electores en plena semana de pascua, justo al inicio de las campañas electorales, a menos de 90 días de las elecciones, cuando desde el norte el presidente Donald Trump tocó una de esas fibras que son muy sensibles para los mexicanos. Después … Continued
Ahí andaban los cuatro candidatos a la presidencia tratando de animar a los electores en plena semana de pascua, justo al inicio de las campañas electorales, a menos de 90 días de las elecciones, cuando desde el norte el presidente Donald Trump tocó una de esas fibras que son muy sensibles para los mexicanos.
Después de tres días de ver en la televisión, seguro en Fox News, que desde la frontera de México con Guatemala avanzaba una caravana de indocumentados centroamericanos con rumbo a la frontera de nuestro país con Estados Unidos, el presidente de Estados Unidos seguro imaginó que esos miles de manifestantes no habrían de detener su paso en la línea fronteriza e invadirían su territorio.
Después de un insulto tras otro a las autoridades mexicanas a través de Twitter, Trump anunció su medida nuclear: enviar al ejército de Estados Unidos de Norteamérica a la frontera sur.
Así como Trump imaginaba la invasión de los migrantes, así despertó entre muchos mexicanos la sensación de tener las tanquetas y los fusiles del ejército más poderoso del mundo atrincherados frente a los puentes fronterizos.
De entrada, el ejército estadounidense tiene tantas limitantes legales que de poco le serviría para deportar migrantes. Ya antes había estado desplegado el ejército en la frontera común y la verdad es que se aburrieron los militares ante la imposibilidad de hacer prácticamente nada.
Allá las fuerzas armadas tienen tareas bien delimitadas y no pueden sacarlos a las calles a hacer labores de policías, como sí sucede en México.
Puede ser la guardia nacional que tiene más facultades de intervenir en asuntos de la población civil, pero lo que pesa es el mensaje de hostilidad de tener tropas armadas pegaditas a nuestro territorio.
Puede ocurrir que se emita una orden ejecutiva para reforzar la vigilancia en determinado punto fronterizo, se puede hacer más efectivo y menos mediático. Pero eso no va con la actual administración.
Es justamente esa estridencia al estilo Trump lo que despierta al masiosare que todos llevamos dentro y en especial el que ahora mueve a la polarización de las campañas electorales.
Trump anunció el envío del ejército a la frontera con México y al peso en su relación frente al dólar no le pasó nada. Pero los candidatos se envolvieron en la bandera y reaccionaron de acuerdo con sus personalidades.
Desde la movilización de la turba para plantarse frente al ejército de Trump, hasta la respuesta con lenguaje de un excanciller y sin dejar de lado el “insulting and unacceptable”, por supuesto.
El presidente de Estados Unidos le acaba de agregar un toque de pimienta a las campañas, que encontraron en ese sentimiento nacionalista de defensa frente al ejército de Trump, una motivación más para tratar de ganar adeptos.
Porque el Tratado de Libre Comercio de América del Norte no emociona, el muro fronterizo ya no calienta como lo hizo al principio. Pero la amenaza de pararse en Tijuana y ver una línea de marines formados viendo de frente a México eso sí que prende.