La obediencia jerárquica en los deberes militares es ineludible. En cualquier ejército la orden de un superior debe cumplirse a como dé lugar. Cuando Donald Trump tomó posesión de la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, un analista político, cuyo nombre no puedo localizar en mi disminuida memoria, sacó a la luz una anécdota … Continued
La obediencia jerárquica en los deberes militares es ineludible. En cualquier ejército la orden de un superior debe cumplirse a como dé lugar. Cuando Donald Trump tomó posesión de la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, un analista político, cuyo nombre no puedo localizar en mi disminuida memoria, sacó a la luz una anécdota de Harry S. Truman en relación con su sucesor, Dwight Eisenhower. Resulta que Ike —como se le conocía en todo el mundo al general Eisenhower—, quien gobernó al país vecino del norte de 1953 a 1961, era un auténtico héroe de la Segunda Guerra Mundial. Habituado a mandar y ser obedecido, el día de su ascensión al máximo poder del país de las barras y las estrellas, Truman auguró: “Pobre Ike, acostumbrado a que sus órdenes se cumplan de inmediato tendrá que enfrentarse a la burocracia de la Casa Blanca”.
Según el analista que por más que lo llamo no acude a mi memoria —desde que, por dejar de fumar, engordé, la memoria es lo único flaco que me queda— el pronóstico de Truman se cumplió de la misma forma que él presagiaba le pasaría a Trump como jefe del gobierno estadounidense. Creo que el tiempo le ha dado la razón al vaticinador cuyo nombre se me olvidó como se les olvidan a nuestros políticos las promesas de campaña. Acostumbrado a hacer su voluntad como empresario tramposo —siempre en los linderos de la ilegalidad— Donald Trump no ha podido manejarse de manera eficiente y con propiedad en el mundo de la política. No es lo suyo; por eso su mandato, hasta ahora, ha sido un desfile de desatinos y fracasos. Creyó que jugar a ser presidente sería una continuación de su reality show El Aprendiz, donde popularizó una frase con la que reprobaba a los concursantes poco aptos: “¡Estás despedido!”.
Suman nueve las personas que en siete meses han dejado el equipo con el que comenzó el magnate neoyorquino su intento de gobierno, unos despedidos por él y otros que han renunciado por no estar de acuerdo con su esquizofrénica política. Entre los despedidos destacan James Comey, director del FBI; Reince Priebus, secretario de la Presidencia y jefe de gabinete, que fuera sustituido por el general John Kelly, secretario de Seguridad Interna. El último en escuchar la frase “¡estás despedido!” fue su estratega, Steve Bannon, quien el pasado viernes dejó de pertenecer a la camarilla de la Casa Blanca. Según el New York Times, la salida de Bannon no va a marcar un cambio en la política presidencial de Donald Trump, pues “el problema es el propio señor Trump”.
El retraso y la tibieza —indicios de simpatía por no decir complicidad— con que el empresario metido a presidente reaccionó ante la violencia de supremacistas blancos, identificados con grupos extremistas como el Ku Klux Klan o el neonazismo, que provocaron una violenta refriega en Charlottesville, Virginia, con un saldo de una mujer muerta y 19 heridos, provocó que cuatro miembros, altos ejecutivos de importantes firmas comerciales estadounidenses, del pánel de asesores de la Casa Blanca, renunciaran a seguir asesorando a Trump, que justificó la actitud beligerante de los supremacistas al decir que entre ellos había “finas personas” con demandas legítimas. El primero en renunciar fue el afroamericano Ken Frazier, presidente y director general de los laboratorios Merck & Co, quien tras de su renuncia expresó vía Twitter: “Los líderes de los Estados Unidos deben honrar nuestros valores fundamentales y rechazar claramente cualquier expresión de odio, intolerancia y supremacía de grupo que va contra el ideal estadounidense de que todas las personas son creadas iguales”. Por el mismo medio el patán de las manos pequeñas comentó en tono burlón: “Frazier ¡tendrá ahora más tiempo para BAJAR LOS ESTAFADORES PRECIOS DE LOS MEDICAMENTOS!”.
¿Hacia dónde va Estados Unidos con Trump? Es más fácil hacer un catálogo de los errores cometidos por el empresario metido a presidente por capricho que buscar —sin encontrar— un acierto: el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático y la ignorancia de la existencia de este fenómeno que amenaza a la humanidad y que Trump, con su gran soberbia, que es proporcional al cuadrado de su infinita ignorancia, piensa que jamás alcanzará a su país nada más porque él así lo desea. Otra serie de reveses sufridos por el hombre anaranjado con cabellera de zacate: no pudo cancelar el Obamacare; está peleado con los principales medios de comunicación de su país; no tuvo éxito su prohibición contra los musulmanes; no ha construido el famoso muro que México no va a pagar; es un buscapleitos irredento que ha deteriorado las buenas relaciones con los que se suponen son (o eran) sus aliados.
The New York Times, en su editorial del domingo pasado, señaló que “Trump ofrece todos los días pruebas frescas de que su mandato está fallando a los estadounidenses. Esencialmente aquí estamos: una nación liderada por un príncipe de la discordia que parece divorciado de la decencia y del sentido común”.
Frase célebre
Una muestra del pensamiento filosófico y humanista de Donald Trump está plasmado en esta frase de su autoría: “La peor cosa que puede hacer un hombre es quedarse calvo. Nunca te permitas quedarte calvo”. (¿Estás oyendo, Salinas de Gortari?).
