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Era preferible aquel enredo de manos y saludos entre los presidentes de México y Estados Unidos, junto al primer ministro canadiense, que esta hostilidad de Donald Trump que hace impensable una reunión trilateral al más alto nivel.

En junio del 2016, la nota fue el incómodo saludo entre Peña Nieto, Barack Obama y Justin Trudeau durante su reunión en Ottawa, cuando a los tres países se les conocía como los “three amigos”. No había nada de vergonzoso ni de peligroso en ese enredo de palmas que más bien se ganó los más divertidos memes.

Claro, ante los ojos de los que acá buscan acabar con la figura presidencial fue una vergüenza, pero a esos ya los conocemos.

Esa cordialidad hoy es parte de la historia, una que se ve lejana y una que vaya que se extraña.

Hoy lo que tenemos es una amenaza a la integración regional por parte de este personaje retrógrado y egocéntrico que pretende colocarse sobre sus socios comerciales.

Ante esto y ante la imposibilidad de una reunión trilateral, siquiera un buen encuentro bilateral entre Enrique Peña Nieto y Donald Trump, el tercer componente de la ecuación está en lo suyo.

Justin Trudeau es un primer ministro muy derecho en su relación con sus dos socios comerciales; es congruente con su agenda progresista y transparente con su preferencia de mantener un acuerdo comercial trilateral.

Pero tampoco es un primer ministro suicida. Justin Trudeau se convirtió en estos días en el gran negociador de acuerdos bilaterales de América del Norte. Si ha sido capaz de sentarse a la mesa con Trump y aguantar su arrogancia es por la conveniencia de mantener una buena relación comercial con Estados Unidos.

A la par de este acercamiento, su muy activa ministra Chrystia Freeland da lo mejor de sí en la cuarta mesa de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para procurar que el acuerdo sobreviva y sea de la mejor manera para todos.

Pero Trudeau arregló dos acuerdos bilaterales, antier con Trump, con Peña Nieto, porque en caso del tan anunciado fracaso del TLCAN, Canadá quiere de inmediato un par de acuerdos bilaterales.

El gobierno canadiense ha leído muy bien las intenciones de Trump de procurar cuatro acuerdos bilaterales antes que mantener el TLCAN y en su condición de ser racionalmente aceptables para la corta visión de Trump, Trudeau se compra una butaca para el comercio bilateral con Estados Unidos.

Con México el mensaje es el mismo, ante un fracaso del TLCAN, Canadá tiene enormes deseos de un acuerdo mucho más amplio y más ambicioso con México.

Curarse en salud como lo hace el primer ministro canadiense es un camino que tiene cerrado el gobierno mexicano, porque realmente Trump nos tiene animadversión.

Por eso es que la estrategia mexicana se implementa desde otros círculos estadounidenses que puedan tener influencia en ese tema, como las organizaciones empresariales, legisladores o incluso personas cercanas a Trump con un poco más de paz e inteligencia emocional.