Los proyectos de infraestructura del actual gobierno han sido de escándalo, porque los más emblemáticos están peleados con la realidad y el sentido común
Los proyectos de infraestructura del actual gobierno han sido de escándalo, porque los más emblemáticos están peleados con la realidad y el sentido común.
No ha habido mayor muestra del ejercicio de todo el poder presidencial que la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco, para dar paso a un proyecto inviable, insuficiente y sin el aval de sus supuestos usuarios, como la terminal aérea de Santa Lucía.
La refinería de Dos Bocas, que reprueba el más mínimo análisis de transparencia, es justo lo que no necesita en estos momentos Petróleos Mexicanos, además de la larga lista de evidentes inconvenientes ecológicos que tiene.
Y el Tren Maya, sin plan de negocios, sin proyecto ambiental, sin una clara viabilidad financiera, se antoja para dejar una brecha en tierras mayas, pero sin tren.
La cancelación del aeropuerto de Texcoco, la interrupción de las licitaciones de Petróleos Mexicanos, el incumplimiento de contratos de la Comisión Federal de Electricidad han provocado que se incremente la desconfianza del sector privado en la forma de lidiar del actual gobierno con aquello de Estado de Derecho, eso tampoco ayuda a la creación de infraestructura.
Hay proyectos menos famosos, pero igualmente significativos que son muestra de esa forma de proceder de la 4T. Por ejemplo, la ampliación del a autopista México-Cuautla, con un avance de casi 80%, ya fue suspendida por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Sí, una obra a punto de ser terminada no resultó prioritaria para este gobierno.
Hay un proyecto, sin embargo, que el gobierno del presidente López Obrador tiene en su portafolios de planes prioritarios que, de lograrse, puede ser el verdadero emblema de su administración.
Cuando Dos Bocas sea una refinería cara e insuficiente, cuando el aeropuerto de Santa Lucía sea un enorme elefante blanco que sirva de muy poco, ahí estaría el Tren Transístmico, entre Salina Cruz, Oaxaca, y Coatzacoalcos, Veracruz, para sacar la cara por este gobierno.
Sólo que resulta que el verdadero proyecto útil en la cartera de este gobierno es el que más dificultades sociales tiene para ser llevado a cabo.
Paraíso, Tabasco o Zumpango en el Estado de México son territorios de fácil acceso político para el lopezobradorismo. Vamos, hasta destruir la selva en la península de Yucatán puede resultar posible para la 4T.
Pero la oposición de por lo menos una treintena de organizaciones del Istmo de Tehuantepec parece otra cosa. A pesar de que el propio presidente López Obrador aseguró que en abril pasado ya se había hecho una consulta al pueblo, una que nadie vio ni nadie se enteró, y que el resultado era un abrumador apoyo en el istmo al tren interoceánico, lo cierto es que parece mantenerse una importante oposición local.
Pero, si con toda esa habilidad política que ciertamente distingue al presidente López Obrador logra destrabar la negativa de los grupos locales y se lleva a cabo ese proyecto de unir el golfo de México con el océano Pacífico habría un gran motor de crecimiento para la región y para el país.
Claro que este proyecto, por más importancia que tenga, no luce, no se nota ante la clientela política, como se puede dejar ver y fotografiar la terminal que le diseñó Rioboó para Santa Lucía o un tren corriendo pegado al mar Caribe.
Pero si López Obrador logra concluir el Tren Transístmico, habrá conseguido algo que otros presidentes intentaron y no lograron.