Se trabaron. Las negociaciones del Tratado de Libre Comercio llegaron a un punto muerto. Al 16 de octubre, la negociación echa humo y el acuerdo no está a la vista. Por eso, el calendario previsto en agosto voló en mil pedazos. El TLCAN se definirá en el 2018, año donde también se definirá la Presidencia … Continued
Se trabaron. Las negociaciones del Tratado de Libre Comercio llegaron a un punto muerto. Al 16 de octubre, la negociación echa humo y el acuerdo no está a la vista. Por eso, el calendario previsto en agosto voló en mil pedazos. El TLCAN se definirá en el 2018, año donde también se definirá la Presidencia y el Congreso de México.
La quinta ronda, a celebrarse en México en noviembre, será la última del 2017. Las rondas sexta y séptima se realizarán en el primer trimestre del 2018, en fechas que se definirán más adelante.
¿Qué implicaciones tiene esto? Los inversionistas reaccionaron con optimismo e hicieron subir el tipo de cambio del peso frente al dólar. La primera lectura es que la pausa permitirá evitar un descarrilamiento del TLC por un sobrecalentamiento de las negociaciones. El diálogo ha llegado a un callejón sin salida, donde lo mismo hay cuchilladas que desacuerdos. Relajar el calendario de negociaciones otorgará más tiempo de reflexión y diálogo para que los equipos negociadores revisen sus posiciones. ¿Cuánto puede cambiar la industria automotriz las reglas de origen? ¿Qué tanto puede México ofrecer en el tema de la homologación laboral? ¿Qué ajustes se pueden hacer en el comercio agroalimentario? ¿Qué alternativas hay a los páneles de solución de controversias que ahora existen?
Darle más tiempo a la negociación es rendirse a la realidad. El TLC es un documento de 2,000 páginas que contiene 22 capítulos divididos en ocho secciones y dos anexos. Sirve para regular una cuarta parte del comercio mundial, alrededor de 900,000 millones de dólares anuales. Su negociación en los noventa se llevó más de tres años, ¿por qué pensar que su revisión y modernización podría llevarse menos de seis meses?
Wishful thinking: este trastorno ocurre cuando se confunde lo que uno necesita con lo que es posible. Para México era muy importante que las negociaciones concluyeran en el 2017 para que no se empalmaran con el calendario electoral del 2018. Eso resultó imposible. La renegociación estará en sus momentos concluyentes justo cuando la competencia por la Presidencia de México se encuentre en su fase final.
El CCE hace un llamado a las fuerzas políticas para que las negociaciones no se politicen. Wishful thinking, again. Eso es como pedir a los lobos que se vuelvan vegetarianos. Las negociaciones del TLCAN serán un tema de la campaña porque se trata de un asunto definitorio en la vida nacional y, también, porque son un tema muy sensible en el imaginario nacional: tienen que ver con la relación con Estados Unidos y con el “archivillano” Trump.
En el 2018 veremos cómo se mezcla lo que sucede en el circo electoral y lo que ocurre en el teatro del TLCAN. Inevitablemente, el equipo negociador mexicano entrará en un escenario donde se reducirá su margen de maniobra. Las negociaciones deberán cumplir con criterios que tengan sentido comercial y económico, pero también deberán responder a una lógica que funcione en el territorio electoral. Si ceden mucho en un tema, los negociadores y el Gobierno podrían ser percibidos como poco nacionalistas. En el otro extremo, si los negociadores “juegan” demasiado para la galería política, pueden presentar propuestas que no tengan ningún sentido económico o comercial para Canadá o Estados Unidos.
El TLCAN pesará mucho en la competencia del 2018. ¿Quién meterá gol con la negociación? ¿Quién lo recibirá? ¿Habrá autogoles?