Cuando el gobierno mexicano renegoció el pago de la deuda externa allá por los años 80, los representantes del gobierno federal fueron maltratados en sus encuentros con los acreedores. Pero entonces, el equipo negociador mexicano le dijo a aquellos a los que les debía que había dos sopas: o negociaban y acordaban las nuevas condiciones … Continued
Cuando el gobierno mexicano renegoció el pago de la deuda externa allá por los años 80, los representantes del gobierno federal fueron maltratados en sus encuentros con los acreedores. Pero entonces, el equipo negociador mexicano le dijo a aquellos a los que les debía que había dos sopas: o negociaban y acordaban las nuevas condiciones ante la quiebra en que se encontraba México y así obtendrían sus recursos en plazos diferentes, o bien lo que les quedaba era que todos se levantaban de la mesa, México declaraba la moratoria y todos perdían. La negociación prosperó.
Cuando Estados Unidos tuvo la iniciativa para negociar un acuerdo de libre comercio con México y Canadá, otra vez muchos políticos y representantes de sectores productivos estadounidenses se pusieron rudos con los mexicanos.
Esto curtió a los negociadores mexicanos que lograron un acuerdo que ya vimos, que resultó por demás conveniente para nuestro país.
En la renegociación de la deuda externa y del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) había algo que hoy está totalmente ausente y eso es la cordura y el sentido común.
Hoy estamos en los tiempos de los hechos alternativos de un gobierno que nos eligió como el chivo expiatorio.
Si Donald Trump es tan intransigente como para no aceptar nada más que su voluntad, lo sensato de quien no tiene un desequilibrio emocional como el de aquél es simplemente cancelar cualquier tipo de negociación con su gobierno.
Debo decir que tras el discurso de Donald Trump donde anunció su política migratoria y tuvo algunos guiños hacia México, soy de los que pensó que se abría una posibilidad de encontrar una vía negociada para atender la agenda retórica del presidente de Estados Unidos, pero sin perder la cordura de la relación comercial con este país.
No, con Trump no hay camino, no se puede, se acabó. Lo que sigue es entonces usar toda esa fuerza negociadora que tiene México para acercarse a todos los demás. Desde los gobiernos estatales en Estados Unidos, las organizaciones empresariales que habrán de perder si se rompe el TLCAN, con todos aquellos que están convencidos del peligro que representa el presidente estadounidense.
Hay que negociar con el mundo. Hay que palpar el apetito que tengan los chinos, el resto de los asiáticos, los europeos por ocupar espacios que Estados Unidos dejará libres.
Pero más importante, hay que negociar hacia dentro del país para que en todo aquello donde las opiniones negativas son certeras, como los altos niveles de corrupción, de impunidad, de falta de Estado de Derecho se puedan cambiar.
Hoy no sabemos si Donald Trump se fortalecerá hasta niveles de dictador o si todas sus locuras lo habrán de debilitar políticamente en su país para anularlo en unos cuantos meses. Ya no es posible apostar a alguna señal de sensatez del gobierno de Washington.
Tenemos que buscar alianzas internas, dentro de Estados Unidos y con el resto del mundo. Trump quiere aislar a México, ¡qué mejor señal de buscar alianzas con todos los demás!
