Por más que se le adorne, no se le puede quitar la condición de cumplir con ese estándar internacional de llamarle recesión técnica. Pero, por más que se le quiera añadir, tampoco cumple con las condiciones de ser una recesión generalizada de la economía
En este México polarizado ahí están los que, tan pronto como conocieron las cifras revisadas del Inegi sobre el comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB), no tardaron un segundo en anunciar el apocalipsis económico desatado por tres trimestres por debajo del cero.
Y del otro lado, los que siempre dirán que no pasa nada, que los otros datos muestran que en realidad vamos requetebién, porque lo que hoy importa ya no es el crecimiento sino el desarrollo. No faltaron los que a toda costa evitaron mencionar aquello de recesión técnica, para no enfadar a nadie en la cúpula de la 4T.
Pero lo cierto es que con los datos revisados del Inegi técnicamente la economía mexicana presentó un estado recesivo entre el último trimestre del año pasado, cuando el entonces presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ya gobernaba de facto y decidió cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco, y el segundo trimestre de este año.
Por más que se le adorne, no se le puede quitar la condición de cumplir con ese estándar internacional de llamarle recesión técnica. Pero, por más que se le quiera añadir, tampoco cumple con las condiciones de ser una recesión generalizada de la economía.
Claro, si separamos el sector secundario, donde está la industria, no hay manera de llamarle de otra forma: hay una recesión prolongada y profunda. Pero el sector que agrupa a los servicios y al comercio está en el límite inferior del crecimiento, y como sea estas actividades concentran 65% de la actividad productiva del país.
No debe haber un desgaste en discutir si estamos, o estuvimos, en recesión o no. Lo que se tiene que analizar con seriedad es cómo fue posible que con decisiones de política interna se llevara a la economía de un mediocre crecimiento de 2% a estos linderos del cero crecimiento. Hoy no hay manera de echarle la culpa al mundo; no hay forma.
Más importante que la discusión sobre si la economía está en recesión o estancamiento es el hecho de que no se le ven motores para salir de esta condición de dar panzazos contra el piso del cero crecimiento.
Por efecto estadístico, en la comparación de un dato malo contra otro, podrían aparecer en adelante números positivos en las diferentes mediciones de la economía, pero la realidad es que no hay un sólo motor encendido que le cambie la suerte por ahora al PIB de México.
Si con los datos que revisó el Inegi los pronósticos del crecimiento económico para este año pasan de 0.3 a 0.1% es algo ya totalmente intrascendente, porque el 2019 se acaba en un mes. Para que se cumpla con esas expectativas, este trimestre que corre debería tener un crecimiento que hasta hoy no se nota en los indicadores.
Lo que hay que atender es que las estimaciones para el próximo año no conocen el piso, y mientras discutimos si la mala condición económica que tanto se negaba en meses pasados fue recesión o no se condena el futuro a seguir por ese camino del nulo crecimiento.