Y no se trata de una anécdota o un ataque de la prensa conservadora, es una evidencia más para el mundo de que México va en un camino radical que afecta todos los aspectos de la vida de este país, incluida la economía y las finanzas
Lo más lamentable de que este país haya perdido calidad democrática es que ocurre sin que una mayoría de mexicanos se de cuenta del peligro que ello implica.
La intolerancia, el desmantelamiento institucional, la falta de controles y la concentración del poder es justificado por muchas personas, porque los han convencido de que eso es necesario para imponer la “cuarta transformación”, cuando en realidad son acciones que degradan la calidad democrática de nuestro país
Lo que hace The Economist es esquematizar lo que muchos son capaces de ver que sucede todos los días en este país. El Índice de Democracia 2021 muestra gráficamente que México pasó de una democracia deficiente a un modelo híbrido encaminado al autoritarismo. Esto no es una sorpresa, es una síntesis del México de hoy.
Y no se trata de una anécdota o un ataque de la prensa conservadora, es una evidencia más para el mundo de que México va en un camino radical que afecta todos los aspectos de la vida de este país, incluida la economía y las finanzas.
De entrada, se han perdido los controles reales del ejercicio del gasto público. El presidente Andrés Manuel López Obrador es capaz de anunciar la creación de una empresa pública de manejo militar y definir, por encima del Congreso, el destino de los ingresos públicos, por la operación de infraestructura como el aeropuerto de Santa Lucía o el Tren Maya, sin más filtros que su voluntad.
La creciente presión que generan los programas asistencialistas, que de manera autocrática se han echado a andar en México, aumentan la carga fiscal de forma muy importante año con año y con las bajas expectativas de crecimiento hay que tener claridad de lo que implica esa presión a la vuelta de los siguientes años.
Pemex y la Comisión Federal de Electricidad son cargas adicionales, pesadas y ocultas para las finanzas públicas y las firmas calificadoras han advertido que las transferencias de recursos del erario a estas dos empresas productivas del Estado pueden poner en riesgo el incipiente grado de inversión de la deuda pública gubernamental.
Porque, así como México estaba en el endeble escalón de la democracia fallida y cayó a la antesala de un régimen abiertamente autoritario, así las calificaciones crediticias están en la cuerda floja del grado de inversión hacia el precipicio de los bonos basura. Y esa caída tiene efectos multiplicadores negativos para todos.
Los efectos económicos de la desconfianza generada hoy en México están claros en la baja de la inversión fija bruta durante este régimen, esa que crea empleos. Y en la mayor fuga de capitales extranjeros de la deuda gubernamental durante el 2021 desde que se tienen registro.
Esa estabilidad del tipo de cambio y de “la bolsa”, como gusta presumirse en las mañaneras, puede revertirse a niveles catastróficos en unas cuantas horas.
La estabilidad, la institucionalidad y la confianza son factores necesarios para el buen desempeño de una economía y sus mercados. Hoy en México se están perdiendo, frente a nosotros, con un aval inconsciente de la mayoría y con pocas posibilidades de dar vuelta atrás.