La revocación de mandato es el peor reflejo del chavismo, reproducido bajo el lema de “democracia legalmente vigilada”
La revocación de mandato en una neurótica persistencia de la 4T por seguir el proyecto chavista que, ya se ve con claridad, que hundió Venezuela, Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador, Nicaragua, Honduras: una obsesión intencional por repetir un fracaso probado.
Chávez inventó la revocación de mandato en Venezuela en 2004 y Evo Morales lo imitó en 2009: les funcionó para armar dictaduras constitucionales que hundieron a sus países. Quienes tenían entonces 15 años, hoy son pobres de solemnidad, o emigraron.
El gobierno mexicano quiere integrar la revocación de mandato con las elecciones intermedias de 2027, para que la presidenta pueda hacer campaña política legal, en la renovación de la Cámara Diputados, 17 gubernaturas y comicios judiciales.
Sí, la presidenta hace campaña política a diario. Pero la fachada legal ya no es para México, sino para el gobierno de Estados Unidos, quisquilloso (según esté de venas) en cuestiones constitucionales que dañen el T-MEC, o las relaciones bilaterales en seguridad.
El chiste de la revocación fue explicado por Pablo Gómez: “Nos costó décadas llegar al poder, como para dejarlo”. Pablo Gómez es el principal ejemplo de lo quisquilloso que es Estados Unidos, cuando está de venas.
Porque Sheinbaum echó a Gómez de la Unidad de Inteligencia Financiera, a pedido de EU, que se molestó porque Gómez no detectó el lavado de dinero al narco, del que acusa EU a la casa de bolsa del jefe de la oficina de la Presidencia de López Obrador.
Desde que Chávez la inventó, la revocación de mandato es vendida como un control democrático, pero es una campaña presidencial perpetua, con las instituciones subordinadas: Congreso, la Corte, la mayoría de los medios, y la economía privada.
México vive lo mismo que Venezuela en 2004 y Bolivia en 2009: la revocación de mandato unida a elecciones intermedias, para usar los recursos económicos de la nación y favorecer al partido oficial: una legitimación continua de Morena en el poder.
Un efecto perverso: no acaba nunca la campaña presidencial. El patrón chavista es claro: lo que inició como experimento en Caracas, continuó en La Paz y hoy desembarca en el Zócalo, pero desembarca en el Zócalo, cuando se sabe que es un experimento fallido.
Y es perverso, porque el mecanismo electoral no se rompe: solo se ajusta a la concentración de poder. La revocación de mandato es el peor reflejo del chavismo, reproducido bajo el lema de “democracia legalmente vigilada”.
Pero los ciudadanos no observan nada, porque ya las instituciones, junto con la oposición política, se encuentran en el espectro de control de Morena, como en su momento de Chávez, Maduro, Kirchner, Castillo, Evo, Correa Ortega…
Y, todo, por la neurótica persistencia de la 4T de seguir el proyecto chavista, tutelado desde Cuba.
