Donald Trump estaba sorprendido del trabajo que realizaron de manera conjunta el presidente saliente de México, Enrique Peña Nieto, y el presidente entrante, Andrés Manuel López Obrador. Seguro que por su cabeza no cruza la posibilidad de hacer un trabajo conjunto con los demócratas. Imposible pensar que Trump se hubiera aliado con Barack Obama para … Continued
Donald Trump estaba sorprendido del trabajo que realizaron de manera conjunta el presidente saliente de México, Enrique Peña Nieto, y el presidente entrante, Andrés Manuel López Obrador.
Seguro que por su cabeza no cruza la posibilidad de hacer un trabajo conjunto con los demócratas. Imposible pensar que Trump se hubiera aliado con Barack Obama para hacer algo en común.
Pero esta transición mexicana, que algunos negociadores estadounidenses veían como una oportunidad para imponerse, resultó una línea continua ante la acertada decisión del gobierno entrante de apostarle a este acuerdo en los mismos términos que el equipo de Peña Nieto.
Quizá la lucha por los reconocimientos de lo conseguido con Estados Unidos se da al interior del equipo del presidente Enrique Peña Nieto.
Es público el desencuentro que tuvieron los secretarios de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y de Economía, Ildefonso Guajardo, sobre la resiliencia que debía mostrar el equipo negociador mexicano ante los embates estadounidenses.
La discusión fue entre la posición de ceder más a las pretensiones del equipo de Donald Trump para sacar un acuerdo más rápido, pensaban incluso antes de las elecciones. O bien, resistir, insistir en lo más conveniente y preferir no tener un acuerdo a tener uno malo.
Esa historia, hoy enterrada por sus protagonistas, da paso a la pregunta de quién merece el reconocimiento por la conclusión del pacto. Hay una disputa por ese trofeo.
Llamó la atención, por ejemplo, que el propio presidente Enrique Peña Nieto removiera el polvo de aquel bochornoso capítulo que tanto le costó de invitar a Donald Trump a Los Pinos cuando aquel era candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.
Dijo que aquella visita allanó el camino para el acuerdo alcanzado hoy. Eso es un espaldarazo a la contribución de Luis Videgaray para la conclusión del United States, Mexico and Canada Agreement (USMCA).
Es absolutamente cierto, sin la relación tan estrecha de Videgaray con Jared Kushner, yerno y asesor del presidente Donald Trump, tiene tiempo que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte habría terminado a la mala y la relación bilateral sería hoy desastrosa.
Al mismo tiempo, Ildefonso Guajardo hace saber a través de algunas voces influyentes que fue un factor fundamental para el arreglo de último minuto entre Canadá y Estados Unidos.
Y que no quede duda, la experiencia negociadora de Guajardo y el resto del equipo permitió dar forma a un pacto que parecía condenado al fracaso por lo antagónico de las propuestas iniciales. No es gratuito que mereciera una mención honorífica en el anuncio de la conclusión del USMCA.
La tensión entre ambos funcionarios existe, aunque ahora por las circunstancias políticas eso será poco relevante. En menos de dos meses tomarán caminos diferentes.
Videgaray deberá curar el desgaste político sufrido si es que quiere volver a los reflectores del servicio público, mientras que Guajardo administrará el bono que consiguió para lograr la anhelada candidatura al gobierno de Nuevo León. Podría ser por un partido o coalición que lo haga ganar.
Así que, uno abrió las puertas de la Casa Blanca y el otro supo cómo cerrar un acuerdo que parecía imposible. El resto de la intriga palaciega quedará para la anécdota.