El sábado vence el plazo que puso el gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a los chinos para que jueguen al comercio con sus reglas
Lo malo de los plazos fatales es que se cumplen y no siempre hay claridad de las consecuencias.
Esta semana se cumple uno de esos plazos que pueden cambiar la suerte de la economía mundial.
Y en poco más de un mes se cumple otra fecha que se veía lejana pero que ahí está ya para cambiar la historia y el mapa geopolítico de Europa.
El sábado vence el plazo que puso el gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a los chinos para que jueguen al comercio con sus reglas. Por el avance que se reporta de las conversaciones entre ambas partes puede ser que lo primero que se consiga sea una prórroga en la fecha en la que Washington habría de aplicar aranceles de importación a los productos chinos de 25 por ciento.
Los mercados han tenido un comportamiento con el que avalan que podría estar cerca algún tipo de acuerdo entre ambas economías. O al menos creen que hay margen para ampliar el plazo antes de aplicar esa alternativa de consecuencias desconocidas que es subir el costo de las importaciones chinas en esa proporción.
Del lado chino hay una clara desaceleración económica que los hace pensar que un mal arreglo con Trump es mejor que un buen pleito comercial que los lleve a un terrible escenario de ver que la economía china se pudiera estancar.
Como sea, esta semana será decisiva en ese tema, ya sea que explote esa indeseable siguiente fase de la guerra comercial o que se compre un poco más de tiempo para seguir sufriendo con el pleito comercial de esos dos gigantes.
Otra fecha fatal que enfrenta el mundo y que por ahora pinta para una separación de consecuencias globales es la del rompimiento de Reino Unido con la Unión Europea, sin que haya un acuerdo de salida hasta el momento.
La verdad es que los británicos lo han hecho todo mal. Se salen de esta unidad en un arranque de grillas internas y, tras azuzar a su pueblo a enfilarse a la puerta de salida europea, no han sido capaces internamente de avalar un pacto de convivencia con los que siempre serán sus vecinos.
El hecho de que sean una isla hace que muchos grupos políticos británicos tengan un ego mucho más ancho que el canal de la Mancha, y a un mes de la fecha fatal del 29 de marzo no hay un acuerdo alcanzado para que la ruptura pudiera ser armónica.
Lo que también se puede conseguir en esta bomba europea es ampliar la mecha para ganar más tiempo antes de la explosión de la separación.
Resulta que si dentro del Reino Unido no logran los consensos para avalar el pacto alcanzado con los 27 restantes de la Unión Europea, el gobierno británico puede solicitar una ampliación del artículo 50 que regula la escisión.
Y así como en el caso de la posible prórroga en las negociaciones entre chinos y estadounidenses, esta extensión del tiempo no trae una solución, pero compra espacio para que los británicos puedan ponerse de acuerdo sobre qué pasará tras la separación definitiva del pacto europeo que ya está roto.