Han transcurrido los primeros 10 días de la campaña electoral y José Antonio Meade Kuribreña afronta el peor escenario, quizá la mayor paradoja de la transición a la democracia: el exintegrante de los gabinetes calderonista y peñista puede presumir de su experiencia, su capacidad e incluso, de su honestidad… pero sigue anclado en el tercer … Continued
Han transcurrido los primeros 10 días de la campaña electoral y José Antonio Meade Kuribreña afronta el peor escenario, quizá la mayor paradoja de la transición a la democracia: el exintegrante de los gabinetes calderonista y peñista puede presumir de su experiencia, su capacidad e incluso, de su honestidad… pero sigue anclado en el tercer lugar.
El tecnócrata itamita lleva seis meses en la promoción de su proyecto político-electoral. De la perplejidad ha pasado al franco afianzamiento, a su name recognition. Punto a favor de sus estrategas, quienes todavía no atinan a resolver el mayor dilema de la campaña del candidato-ciudadano: la marca PRI.
El peor escenario se materializó desde que el excanciller y exsecretario de Desarrollo Social pidió al tricolor que cobijara su intención de llegar a Los Pinos. La liturgia priista —ejecutada a la perfección— hizo innecesaria una operación cicatriz, aunque la designación de los candidatos priistas al Congreso de la Unión prefiguró un ánimo saboteador.
Meade Kuribreña pudo evitar que personajes polémicos —como Rosario Robles o Gerardo Ruiz Esparza— accedieran al fuero. Y de hecho, propuso la eliminación de esa prerrogativa. Pero no pudo cumplir con el cúmulo de pedimentos y adhesiones que recogió desde su unción como candidato. Algunos, como Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, se hicieron a un lado para dejar espacio a las nuevas generaciones. Otros, como Ivonne Ortega, Canek Vázquez o Willy Ochoa, dejaron las filas del partido, resentidos por el ascenso de los meadeadistas.
Había espacios, pero no para todos. Y si no, que le pregunten a José Murat o a José Ramón Martell. El primero trató de negociar un cargo legislativo por la presidencia de la Fundación Colosio, donde se ha atrincherado. El segundo —el Houdini que abrió los candados que cerraban las candidaturas ciudadanas en el PRI— quería la presidencia del CEN; en vez de eso le ofrecieron un lugar en las listas pluris, pero en zona de riesgo, y resentido decidió automarginarse de la campaña.
Si unificar al PRI ha implicado esfuerzos extraordinarios, conquistar a los antipejistas demandaría una tarea titánica. En ese terreno, la disputa con Ricardo Anaya sólo generó un resultado irrefutable: que la ventaja de AMLO sea de dos dígitos. Las encuestas publicadas por Consulta Mitofsky/El Economista, Reforma y Berumen/El Universal ubican al abanderado de la coalición Por México al Frente como el retador, no obstante que la narrativa priista empujó la percepción de una disputa por el segundo lugar.
La presunta impudicia de Anaya fue un asunto largamente debatido, pero las pruebas exhibidas no fueron lapidarias. La jactanciosa probidad de Meade rebasó incluso los límites legales —su descalificación a la 3de3 era por demás innecesaria— aunque tampoco fue contundente. La honestidad del candidato al final termina manchada por la corrupción del PRI.
Faltan 80 días para la elección presidencial y AMLO puntea la carrera. ¿Finalmente llegará a Los Pinos? Todo depende del desempeño de sus adversarios. En ciernes estaría la ofensiva definitiva contra Ricardo Anaya y en el primer debate presidencial volvería a establecerse el eje miedo versus enojo.
La indignación social es la emoción que el gobierno debería evitar, pero ahora el oficialismo adoptó el discurso de la diferenciación, del contraste: está en juego el destino del país y por eso el voto cuenta y cuenta mucho. Y otra vez, los antisistema versus los antipejistas. La defensa del Pacto por México versus la contrarreforma energética y educativa propuesta por AMLO…
El miedo al caos. Y la polarización, irremediablemente. Y también, la economía del voto. Ante el dilema de desperdiciar su sufragio, ¿acaso panistas, perredistas y priistas optarían por abstenerse?
EFECTOS SECUNDARIOS
VATICINIOS. El Seminario de la Cultura Mexicana fue sede de un peculiar ejercicio de debate que reunió a especialistas de México y España para hablar sobre los dilemas que afrontan actualmente los encuestadores. A pregunta de Rossana Fuentes-Berain, moderadora del panel, el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas, Cristóbal Torres Albero, usó una metáfora culinaria para referirse a las preferencias electorales. Son como el arroz de la paella —ilustró— se cuecen en los últimos cinco minutos… El consenso entre los participantes —del lado local participaron Francisco Abundis y Rodrigo Galván de las Heras— es que a pesar de la ventaja del puntero, nadie puede asegurar que la elección presidencial ya está definida.
VOTO REMOTO. Más de 12 millones de mexicanos viven en el extranjero y si bien han podido emitir su sufragio allende las fronteras desde el 2005, su participación ha sido lamentablemente baja. En un esfuerzo por aumentar la participación de los votantes, el INE está emitiendo identificaciones de voto para los mexicanos que viven en el extranjero a través de la red de consulados mexicanos. El proceso, empero, ha sido complicado. La etapa de credencialización en todos los consulados de México en el mundo concluyó el pasado 31 de marzo y fueron de 141,745 los paisanos que se registraron para participar en las elecciones pero hasta el momento 79,640 de esas solicitudes han sido declaradas procedentes.