Y cuando finalmente logran en la cúspide de la 4T entender que no hay recursos públicos involucrados, entonces empresarios e instituciones tienen que vivir con la injusta acusación de ser corruptos
Cuente, por favor, la cantidad de instituciones nacionales, organismos internacionales, expertos en economía y salud, organizaciones empresariales y ciudadanos en general que tienen que destinar parte de su tiempo a tratar de explicar al presidente que sus acciones para contrarrestar los efectos de la crisis económico-sanitaria no tienen por objetivo dañarlo ni a él ni a su gobierno.
El Banco de México, por ejemplo, que en pleno ejercicio de su autonomía pone en marcha un programa de liquidez para evitar el colapso de los mercados financieros mexicanos, tiene que buscar la manera de hacer entender a Andrés Manuel López Obrador que no se usan las reservas internacionales de la institución para este programa emergente. Esto, al tiempo que tienen que lidiar con la amenaza de que son vigilados por el propio presidente.
El Banco Interamericano de Desarrollo, el Consejo Mexicano de Negocios y todas las empresas involucradas en ese programa de emergencia de factoraje inverso que afortunadamente pudieron cerrar deben ocupar su tiempo para tratar de explicar al presidente López Obrador que no se van a usar recursos públicos para darle oportunidad a muchas empresas de sobrevivir en esta crisis, ante la falta de sensibilidad del gobierno para apoyar al aparato productivo mexicano.
Y cuando finalmente logran en la cúspide de la 4T entender que no hay recursos públicos involucrados, entonces empresarios e instituciones tienen que vivir con la injusta acusación de ser corruptos.
Los expertos en salud, aquellos que no están convertidos en sumisos rock stars, tienen que dedicar parte de su precioso tiempo en estos momentos de emergencia a tratar de explicar al presidente López Obrador que es falso su dicho de que la curva de expansión de la enfermedad Covid-19 está en un “crecimiento horizontal”, y que mucho menos se ha “domado” al coronavirus.
Y es que, más allá de que una persona acumule creencias falsas, por ausencia de conocimientos, se trata del presidente de la República y de millones de personas que, sin cuestionarse, le creen todo, absolutamente todo lo que diga.
Para ese grupo de seguidores, el Banco de México dilapida las reservas, los empresarios tienen moditos groseros de gastar el dinero público y son corruptos, y el SARS-CoV-2 no es un riesgo porque ya está “domado” con el “crecimiento horizontal”.
¿Es en esas manos en las que la mayoría de Morena y partidos satélites que le acompañan van a poner el manejo discrecional del presupuesto de este país? La respuesta es un contundente sí.
El presidente exige a sus legisladores el control de la economía porque tiene tiempo que se lo quitó a su propia Secretaría de Hacienda. Pero está claro que carece de habilidades técnicas y conocimientos suficientes para manejar una economía de este tamaño. El 2019 es el mejor ejemplo.
El error histórico que están por cometer los diputados y senadores, fieles servidores del presidente López Obrador, no sólo va a agravar la crisis económica en la que ya estamos, sino que además constituye una clara sumisión del Poder Legislativo ante el Poder Ejecutivo.
El presidente quiere todo el poder y lo está consiguiendo en plena pandemia, en detrimento de la democracia mexicana.