Mi interlocutor lo decía en serio: “no es tan mala idea dar perdón a los delincuentes para emprender un nuevo comienzo en el amor y patriotismo de un país nuevo”. Cuando le pregunté si pensaría lo mismo ante un hijo asesinado, una madre secuestrada o un daño patrimonial importante producto de secuestradores, asesinos y asaltantes … Continued
Mi interlocutor lo decía en serio: “no es tan mala idea dar perdón a los delincuentes para emprender un nuevo comienzo en el amor y patriotismo de un país nuevo”.
Cuando le pregunté si pensaría lo mismo ante un hijo asesinado, una madre secuestrada o un daño patrimonial importante producto de secuestradores, asesinos y asaltantes me dijo que mi problema es tenerle mala voluntad a Andrés Manuel López Obrador.
Más tarde escuchaba a un analista en la radio que consideraba que en México había que experimentar caminos diferentes para terminar con los asesinatos del ejército.
Me quedó claro que este personaje es un encantador de serpientes que ha logrado hacer de su persona una deidad a la que se le tiene fe ciega diga lo que diga y haga lo que haga.
En estos tiempos de la posverdad, López Obrador es un genio de la manipulación y hoy tiene tanto a simpatizantes, como neutrales y detractores hablando de él durante esta semana.
Es tan absurdo, tan falto de inteligencia y de sentido común proponer una amnistía para criminales que deberíamos simplemente ignorar palabras tan necias. Pero las dice alguien que hoy tiene posibilidades reales de ser presidente de México y que realmente cree que puede instaurar una república del amor con él como guía.
Hay que estar preparados para la lluvia de ocurrencias que empezarán a salpicar desde el discurso de este personaje. Mucha de la verborrea será para endulzar los oídos de los potenciales votantes, lo que hasta ahora conocemos como populismo.
Lo mismo promesas de mejores salarios, gasolinas baratas, menos impuestos, vender el avión presidencial, en fin.
Ese tipo de propuestas son las que hace un populista, digamos, estándar. Pero aventarse a proponer una convivencia entre leones y hienas al estilo del Rey León es otra cosa, eso es perverso.
En esta línea discursiva puede decir aun cosas peores que rebasen la más distorsionada de las imaginaciones. Después de la amnistía puede declarar la guerra a Donald Trump o algo de ese calibre.
Lo que hay que ver es que en esas estridencias absurdas lleva todas las de ganar. Sabe que hoy el vuelve a ser el centro de atención, tiene claro que desplazó al precandidato priista, José Antonio Meade, de los reflectores nacionales.
Tiene claro que en la discusión de la aberración de la amnistía a los delincuentes puede colar propuestas de su populismo estándar que sonarán a posturas tradicionalistas.
Y lo que hay que temer es que en este país entregado a la posverdad y al convencimiento masivo de que estamos realmente en una crisis profunda, empiecen a tener cabida las peores iniciativas que acaben por instaurar un régimen criminal al que después no se podrá sacar del poder.
El primer espadazo de López Obrador nos muestra que viene violento, que sus armas verbales serán de destrucción masiva y que su estrategia es la de un hombre tan brillante como delirante.
No debemos tomar a la ligera que una primera propuesta de campaña que queda para la discusión de este tiempo electoral es si deben quedar libres y sin cargos tantas personas que tanto daño han causado a millones de seres humanos en este país.