Es culpa de la baja del precio del petróleo, explicaban desde las esferas financieras gubernamentales sobre por qué se depreciaba el peso frente al dólar desde aquellos ya tan lejanos como inalcanzables 13 por uno. Y era tal cual, las gráficas del comportamiento del precio del petróleo eran una gráfica inversa, un espejo, al valor … Continued
Es culpa de la baja del precio del petróleo, explicaban desde las esferas financieras gubernamentales sobre por qué se depreciaba el peso frente al dólar desde aquellos ya tan lejanos como inalcanzables 13 por uno.
Y era tal cual, las gráficas del comportamiento del precio del petróleo eran una gráfica inversa, un espejo, al valor del peso frente al billete verde.
Cada dólar que bajaba, la mezcla mexicana desde también ya lejanos e inalcanzables 100 dólares por barril, eran centavos menos para el valor del peso. El dólar de Estados Unidos es la moneda comercial del mundo y eso explica su fortaleza ante la debilidad del precio del petróleo.
Evidentemente que en la determinación de la cotización del peso mexicano influyen otros tantos factores, pero el más claro por la dependencia petrolera para los ingresos fiscales era el comportamiento del precio del crudo.
En la parte más difícil de este año se dio esa fatídica combinación de dólares arriba de 20 y barriles de la mezcla mexicana por debajo de 20.
Parece que ese momento fue el piso de la crisis de los precios del petróleo y a partir de ahí se ha dado una recuperación hasta los actuales niveles de los referentes internacionales en 50 dólares y de la mezcla mexicana en 40.
El peso acompañó esa recuperación hasta hace unos días, cuando la lectura de las minutas de la última reunión de política monetaria de la Reserva Federal (Fed) reveló la intención de los halcones del grupo de tomadores de decisiones de subir este verano el costo del dinero.
Y aunque al interior de la Fed son muchos más los que tienen una mirada laxa o neutral del costo del dinero, la realidad es que el mercado se espanta y busca su salida hacia la calidad.
Ahí se rompió la relación entre el aumento del precio del petróleo y la recuperación de la cotización del peso frente al dólar.
La moneda mexicana no está bajo ataque especulativo, como bien aclara el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens. Nada que ver con lo que ocurrió durante diciembre de 1994, cuando se coordinó la corrida contra la moneda mexicana desde el interior de una reunión confidencial que sostuvo el Poder Ejecutivo con empresarios para anunciarles la devaluación.
Ahí sí se gestó un ataque deliberado que devaluó el peso más de 100% en pocos meses.
Hoy no hay ataque, pero hay presiones. Los capitales están ejerciendo su libertad de exigir dólares y vender sus pesos; no sólo extranjeros sino muchos mexicanos que prefieren hoy ver sus recursos en billetes verdes y en cuentas en el exterior.
La recuperación del precio del crudo ayuda a las cuentas públicas, es buena noticia para la difícil situación de Pemex y para la salud de las finanzas públicas, pero no parece implicar nada por ahora para la recuperación cambiaria.
Y el banco central estará vigilante pero inmóvil en la medida en que los movimientos no sean bruscos y que no afecten a la inflación, como tal parece que ha sido hasta hoy.