El año inició con los peores augurios ante la llegada de Donald Trump, que se notaban muy bien, por ejemplo, en el tipo de cambio. Eso de calcular el crecimiento de la economía mexicana con un rango tan amplio como 100 puntos base le viene muy bien al Banco de México que realmente no tiene … Continued
El año inició con los peores augurios ante la llegada de Donald Trump, que se notaban muy bien, por ejemplo, en el tipo de cambio.
Eso de calcular el crecimiento de la economía mexicana con un rango tan amplio como 100 puntos base le viene muy bien al Banco de México que realmente no tiene entre sus prioridades la expansión del Producto Interno Bruto (PIB).
Pero para la Secretaría de Hacienda poner un tiro al blanco de entre 1.3 y 2.3% como estimación de crecimiento del PIB para este año parece un despropósito.
Es cierto que disminuye su margen de error, pero hace más difíciles los cálculos para muchos sectores que dependen de las estimaciones oficiales.
Esta es una moda reciente de la Secretaría de Hacienda que adoptó después de que un trimestre sí y el otro también tenía que revisar a la baja sus previsiones de crecimiento.
Desde el 2013 cada vez que el Inegi daba a conocer el resultado del crecimiento económico del trimestre inmediato anterior, no le quedaba más remedio que corregir a la baja. Tanto a las autoridades fiscales como al resto de los pronosticadores, fueran del sector público o privado.
Desde el primer año de esta administración han fallado las estimaciones por las más diversas razones. Quizá porque soñaron con una tierra prometida de crecimientos altos impulsados por las reformas estructurales y sin ningún obstáculo en el camino.
Cada año entonces, se habían revisado a la baja y resultaba más cómodo un amplio colchón de 1 punto porcentual para aminorar el impacto.
Ahora, una vez más, la Secretaría de Hacienda se apresta para llevar a cabo un cambio en su expectativa de crecimiento económico. Sólo que ahora en sentido contrario a lo ocurrido durante los últimos años.
La verdad es que el año inició con los peores augurios, que se notaban muy bien, por ejemplo, en el tipo de cambio. La llegada de Donald Trump a la presidencia sólo era equiparable a una de las siete plagas de Egipto.
El presidente estadounidense ha resultado hasta ahora un poco menos dañino de lo esperado y eso ha moderado las expectativas de una catástrofe.
El último dato disponible del Inegi habla de un crecimiento económico anualizado de 3%, lo cual no se antoja que pueda ser compatible con un crecimiento estimado de apenas 1.8% para todo el 2017.
No hay ningún milagro económico en marcha, el sector más dinámico de la economía que es el terciario empieza a presentar síntomas de fatiga, la industria no levanta del todo y el sector primario es tan caprichoso como una lluvia.
Pero son las expectativas las que están jugando ahora en sentido contrario de lo que lo hicieron hasta hace unos meses.
Pero al ser una esperanza lo que mueve a un mejor desempeño, no hay que descartar que pudiera caer de nuevo ante cualquier mala jugada como un rompimiento abrupto de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Pero por lo pronto los números dan para una mejora y para cacarear por los cuatro vientos que se aplicó esa mejor expectativa al crecimiento. Ya los verá.