A mediados de mayo del 2013, una mala interpretación de los planes de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) provocó una caída en los mercados que tuvo algún costo económico. Eran momentos en que el banco central estadounidense experimentaba, con éxito, con un plan de hiperliquidez que se añadía a la garantía en ese … Continued

A mediados de mayo del 2013, una mala interpretación de los planes de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) provocó una caída en los mercados que tuvo algún costo económico.
Eran momentos en que el banco central estadounidense experimentaba, con éxito, con un plan de hiperliquidez que se añadía a la garantía en ese entonces de mantener las tasas en cero durante una larga temporada.
El Quantitative Easing (QE) del entonces titular de la Fed, Ben Bernanke, mantenía la economía a flote pero requería de enorme precisión en la comunicación de cada paso que daba la autoridad monetaria.
Era una operación quirúrgica que tenía opción de hacer historia por la intervención monetaria en una recuperación económica tras una gran recesión o bien un acto suicida de la economía desde el mismo banco central.
Uno de los éxitos de esta estrategia fue la buena comunicación de cada paso que se daba. Bernanke y posteriormente Janet Yellen tuvieron el tino de ser abiertos en la comunicación con los mercados y los medios, además de ser transparentes en sus planes futuros.
En los tiempos de Ben Bernanke despegaron ese enorme jet monetario al desconocido cielo de los estímulos monetarios extremos y a Yellen le tocaba la tarea de aterrizar suavemente tras haber cumplido la misión.
Pero en esa delicada tarea se atravesó Donald Trump. El inesperado ganador de las elecciones de noviembre del 2016 se la había jurado a la presidenta de la Fed, la había acusado, injustamente, de manipular las tasas para apoyar a Hillary Clinton y tan pronto como pudo le cortó la cabeza.
Ayer se sentó por primera vez en la silla del presidente de la Reserva Federal Jerome Powell, cuando nunca debieron levantar de ese lugar a Yellen.
En la analogía del enorme avión monetario que hay que aterrizar después de la exitosa misión del QE, acaban de levantar del lugar del piloto a una experimentada economista, ganadora de muchas batallas en los mercados, para sentar a un abogado que viajaba en primera clase y ahora debe tocar tierra con la política monetaria en medio de la turbulencia.
Los mercados llevan al menos un par de días en donde dan cuenta de qué es lo que sigue: los mercados bursátiles bajan, las monedas se ajustan, las tasas de interés de los bonos gubernamentales suben, el nerviosismo vuelve a los mercados y todo es por la buena noticia de que la economía estadounidense avanza satisfactoriamente.
Hay la expectativa de más inflación, nada más allá del nivel deseable, pleno empleo y más ingreso. Pero eso implica que la política monetaria debe tender quizá más rápido a la neutralidad.
Levantaron a la comandante Yellen y sentaron a un abogado millonario que no tiene experiencia en comunicar y llevar ante los mercados y los medios esta delicada fase.
Era el papel de Yellen el dejar en tierra ese enorme aparato monetario y una vez ya detenido en la pista de la neutralidad monetaria entonces sí traspasar el timón. Pero cambiar a medio vuelo es muy el estilo de Trump.
Es muy probable que en estas semanas y meses por venir Donald extrañe a Janet, aunque no se atreva a confesarlo.
Lo que queda es darle la oportunidad a Jerome Powell de que nos sorprenda a todos con sus enormes habilidades directivas o bien que los mercados paguen la novatada.