Que quede claro que la iniciativa privada no invierte, no arriesga sus capitales, si no hay primero una robusta inversión pública en proyectos de infraestructura que hagan viables las inversiones privadas.
En junio pasado, cuando ya la economía daba señales de un posible estancamiento, el presidente Andrés Manuel López Obrador mandó llamar a algunos de los dirigentes empresariales para tomarse una foto tras la firma de un compromiso de inversión durante este año de 32,000 millones de dólares.
A cambio, el gobierno federal se comprometía a crear un ambiente propicio para la inversión privada. Con esta inversión, dijo entonces el presidente López Obrador, vamos a crecer a una tasa promedio anual de 4 por ciento.
En el momento de ese encuentro, la expectativa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para este 2019 era de 1.5 por ciento.
Cinco meses después, la estimación de crecimiento del PIB para este año es de 0.2%, la economía ha tenido un crecimiento acumulado en los nueve primeros meses de este año de 0%, no se han generado esas condiciones propicias para la inversión privada como se prometió. Y, obviamente, no hay por ningún lado 32,000 millones de dólares prometidos.
Hoy, viene una siguiente puesta en escena de esos planes que prometen marcar un antes y un después. El Plan Nacional de Infraestructura es, desde la visión de la 4T, lo que ahora sí va a permitir alcanzar esas tasas sostenidas de crecimiento de 4% que tanta falta le hace a la economía mexicana.
Es muy probable que en el discurso presidencial se vuelva a mencionar aquello de que el gobierno creará un ambiente propicio para que fluyan las inversiones privadas para alcanzar tasas más altas de crecimiento.
Sólo que a lo largo del último año no se ha dado ese ambiente adecuado para invertir, derivado de las propias políticas públicas aplicadas hasta hoy.
Más allá de lo que hoy se quiera presentar como la panacea de la recuperación económica, la realidad tangible está en el Presupuesto de Egresos de la Federación del gobierno de López Obrador para el 2020, que tan diligentemente le aprobaron sus obedientes diputados. Ahí lo que hay es una reducción en los recursos destinados a la infraestructura.
El gasto en obra pública se redujo apenas a 1.8% del PIB, al tiempo que los proyectos emblemáticos de este gobierno, el parche a la base militar de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, son planes que no tienen estudios de rentabilidad y sí acumulan el rechazo de los expertos.
Que quede claro que la iniciativa privada no invierte, no arriesga sus capitales, si no hay primero una robusta inversión pública en proyectos de infraestructura que hagan viables las inversiones privadas.
Hoy se anunciarán, no los miles de proyectos originalmente contemplados para la participación privada, sino 15 fabulosos proyectos con capital privado que deberán sortear la baja rentabilidad que da una economía sin crecimiento.
Las fotos y los discursos de hoy sólo alimentarán a esa clientela política de la 4T, pero serán sólo un montaje más de una inalcanzable recuperación económica, mientras no tengan fundamento en que el gobierno federal entienda que lo que hoy falta es certeza, seguridad jurídica, instituciones fuertes y confianza.