Después de lo defensivo que fue el peso mexicano durante el 2015, resulta que durante este año nuestra moneda está entre las que más valor ha perdido dentro de la canasta de las monedas emergentes. Incluso países en una condición económica recesiva y con importantes desequilibrios fiscales como Brasil o Rusia han tenido revaluaciones superiores … Continued
Después de lo defensivo que fue el peso mexicano durante el 2015, resulta que durante este año nuestra moneda está entre las que más valor ha perdido dentro de la canasta de las monedas emergentes.
Incluso países en una condición económica recesiva y con importantes desequilibrios fiscales como Brasil o Rusia han tenido revaluaciones superiores de sus divisas. Por ejemplo, el real brasileño en lo que va del año ha tenido una recuperación de 12% y el rublo ruso de 11 por ciento.
Mientras tanto, el peso mexicano tiene una caída acumulada de 2.3% y eso que la moneda mexicana se ha recuperado desde sus mínimos históricos de febrero pasado cuando vimos aquellos espantosos 20 pesos por dólar.
Tener un peso ligeramente subvaluado puede, del lado del optimismo, tener una ventaja competitiva para un sector industrial deprimido.
Y si bien para el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, el peso tiene terreno para recuperar algo del valor perdido, lo cierto es que los retos que tiene este amortiguador cambiario son importantes.
El principal lastre para la recuperación cambiaria es el precio del petróleo y el derrumbe en la producción petrolera de Pemex.
El nivel de riesgo de esa empresa se ha traspasado a la economía mexicana y de la manera como se gestione el rescate de la petrolera depende en buena medida la fama financiera del país.
La relación entre el precio del petróleo y la cotización del peso frente al dólar es lineal. Son gráficas espejo que nos hablan de la percepción de dependencia petrolera que sigue proyectando la economía mexicana.
Pero hay otro foco rojo en el tablero nacional que se enciende de hecho en los paneles de control de todo el planeta: China.
El gigante asiático está en un proceso de desaceleración que tiene efectos variados. Desde el impacto directo y brutal a sus surtidores de materias primas, como muchos países sudamericanos, hasta los socios de productos terminados, como muchas naciones de Asia y Oceanía.
La noticia que podría tener más impacto es la estimación de salida de capitales de China para este año. El Instituto de Finanzas Internacionales calcula que saldrán del mercado chino 538,000 millones de dólares como producto del círculo vicioso que cierra la desaceleración china.
El año pasado salieron 674,000 millones de ese destino y basta con recordar los desórdenes que se generaron durante los episodios más intensos de sangría de ese país.
Una devaluación del renminbi o yuan podría generar estampidas financieras y de paso una nueva guerra de divisas con fines competitivos.
Un vuelo a la calidad desatado por una salida de miles de millones de dólares en un momento dado de China inevitablemente contagiaría a otros mercados emergentes y más si la expectativa es que Estados Unidos siga subiendo sus tasas de interés este año.
Y una devaluación provocada para vender más barato también genera distorsiones, porque no es lo mismo un peso mexicano ligeramente subvaluado como ahora que un yuan intencionalmente barato para vender más.
Así que hay que estar conscientes de que los riesgos financieros están lejos de haber terminado.