La oposición puede parecer diluida, inconstante, desorganizada, y lo es en muchos sentidos, la mayor parte del tiempo. Pero ahí está, ahí ha estado y previsiblemente ahí estará
Es un lugar común oír que la oposición no existe, que no tiene candidatos ni programa, y que las maniobras sucesorias del oficialismo ocupan todo el campo.
Los encuestadores ayudan a crear esta impresión midiendo las cosas como si las elecciones fueran a ser mañana. Y ya que no hay contendientes reales, entonces miden sólo al oficialismo, que está en campaña, y se inventan a los ausentes, que no existen todavía como opciones reales.
El escenario es entonces muy oficialista, no parece existir en él sino lo que el Presidente dice y lo que su partido hace. Un ambiente similar hubo antes de las elecciones intermedias de 2021.
Nadie podía ver que algo pasaba en la oposición, hasta que el día de las elecciones, los votos unidos de los distintos partidos opositores resultaron mayores que los de los partidos oficialistas.
Si el partido Movimiento Ciudadano hubiera entonces sido parte de la Alianza Opositora, la oposición habría ganado la mayoría de la Cámara y buena parte de los abusos legislativos de esta segunda mitad de gobierno no habrían tenido lugar.
La manifestación del domingo pasado irrumpió en un momento similar de desdibujamiento de las oposiciones, y ruptura de sus alianzas. En el horizonte sólo parecía estar el destapadismo ilegal y galopante de los candidatos oficialistas. De la nada entonces, de su inexistencia pregonada, salió la oposición en carne y hueso de la marcha del domingo y nos recordó a todos lo obvio: que sigue ahí, manifestándose esta vez al margen de los partidos, en defensa no de un candidato ni de un partido, sino de una institución, la institución central de la limpieza electoral mexicana.
No estoy cantando las glorias de la oposición, su potencia o su triunfo inminente. Estoy recordando sólo que después de veinticinco años de efectiva pluralidad democrática, el país no puede volver a ser la expresión de una sola fuerza dominante que pulveriza a las otras, y se queda con todo el tablero.
La oposición puede parecer diluida, inconstante, desorganizada, y lo es en muchos sentidos, la mayor parte del tiempo. Pero ahí está, ahí ha estado y previsiblemente ahí estará.