Hasta el hecho de responder cómo Pemex podrá salir de sus deudas privilegiando un modelo de autosuficiencia energética a expensas de la rentabilidad financiera
La mañanera es la fuente de la narrativa del régimen y desde ahí se puede decir lo que sea, apegado a la verdad o no, pero si se trata de generar credibilidad en los mercados en torno al futuro financiero de Petróleos Mexicanos y de las propias finanzas públicas, hace falta mucho más que la retórica populista.
Pueden convencer a los suyos que toda la cupla es del neoliberalismo.
Pero cuando este régimen tomó el poder, Pemex todavía tenía una aportación fiscal positiva. En el 2018 los ingresos de origen petrolero ascendieron a 880,135 millones de pesos.
El Pemex en manos de la “Cuarta Transformación” es una carga financiera para el Estado que, entre las aportaciones de capital, la reducción del Derecho por Utilidad Compartida y otros estímulos fiscales, implicó apoyos gubernamentales entre el 2019 y el 2024 por 1.73 billones de pesos.
Es un hecho que de Pemex han abusado todos, el viejo populismo, en neoliberalismo y el nuevo populismo.
El sexenio de Peña Nieto podrá ser recordado por la corrupción en Pemex, pero también como el único gobierno que llevó a cabo una reforma para recomponer el rumbo de esa empresa petrolera.
Sin embargo, la visión retrógrada de López Obrador llevó a Pemex de su promesa en el 2018 de hacerla una empresa productiva y rentable, que serviría de motor económico para financiar programas sociales y el rescate del campo, al urgente rescate que ahora el mismo régimen emprende.
El eje del plan financiero anunciado por el gobierno de Claudia Sheinbaum es “el respaldo financiero a la empresa pública del Estado Mexicano con garantía del Gobierno Federal y financiamiento de la banca de desarrollo”.
250,000 millones de pesos con “riesgo México” que evidentemente mejoran la calificación crediticia de Pemex, como recién lo anunció Fitch Ratings, pero que cuestionan la salud de las finanzas públicas mexicanas que siguen pagando los excesos de los gastos irresponsables del sexenio pasado y que ponen en duda la propia calificación crediticia del país.
Este respaldo financiero será más dinero bueno al malo si no viene con una verdadera reconducción de la empresa petrolera, que va mucho más allá de la recentralización de sus operaciones.
Pemex debería concentrarse en su negocio básico de la exploración y la explotación de petróleo y dejar de lado el capricho gasolinero de la refinación y replantearse muchos de las labores de petroquímica.
Es ya tarde para ello, no sólo por los costos destinados el sexenio pasado, sino porque, además de las deudas, el anterior Presidente dejó un camino ideológico inamovible.
Para la feligresía del régimen alcanza aquello de responsabilizar a su enemigo creado, el neoliberalismo, de todos los males, también los de Pemex; pero para los mercados financieros, deben explicar los costos financieros para la hacienda pública y cómo pretenden dar viabilidad a Pemex en adelante.
Desde preguntas tan simples como el mecanismo para reducir la deuda con miles de proveedores de la empresa petrolera que están ahogados por la falta de esos pagos y que han costado miles de empleos y una pérdida de riqueza para amplios sectores sociales.
Hasta el hecho de responder cómo Pemex podrá salir de sus deudas privilegiando un modelo de autosuficiencia energética a expensas de la rentabilidad financiera.