Tuvo más peso en la prensa la fotografía del presidente Enrique Peña Nieto tomándose una selfie con un móvil protegido con una cubierta con la leyenda “AMLOVE”, que la foto del presidente electo reunido con la plana mayor del Banco Santander. Al final de cuentas, vende más la imagen que parece un meme, que un … Continued
Tuvo más peso en la prensa la fotografía del presidente Enrique Peña Nieto tomándose una selfie con un móvil protegido con una cubierta con la leyenda “AMLOVE”, que la foto del presidente electo reunido con la plana mayor del Banco Santander.
Al final de cuentas, vende más la imagen que parece un meme, que un intento de proyectar confianza cuando la realidad es que el gobierno electo ha minado el bono que obtuvieron con el triunfo electoral.
Y así como esa foto de Peña Nieto sosteniendo un celular con el mensaje de amor al Peje hubiera servido muy bien hace seis meses en campaña, así también los mensajes radicales de frenar la construcción del aeropuerto o de cerrar la llave petrolera debieron haber quedado en el olvido pasadas las campañas electorales.
Ahora, no es poca cosa que la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, se reuniera con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y arrancara del siguiente gobierno un compromiso de estabilidad para el negocio de la banca.
Sobre todo cuando en su país de origen las instituciones bancarias tienen un enorme enredo con una sentencia del Tribunal Supremo de España que decidió que los bancos deberían pagar los impuestos en los créditos hipotecarios y, para rematar, retroactivo al 2014.
En fin, más vale darse una vuelta por el mundo para evitar contagios de medidas tan radicales como ésta asumida por los jueces españoles. Pero ese respiro de tranquilidad que consiguieron los banqueros españoles no se comparte ahora mismo por una amplia mayoría de participantes en los mercados financieros mexicanos que ven amenazas en la confianza que pueda generar la siguiente administración.
El presidente electo se ve enojado, reactivo a temas que merecen más reflexión y menos arranques.
Ayer, al estilo Donald Trump, usó su cuenta de Twitter para despotricar en contra de quien pueda ver las cosas de manera diferente a como él las ve. Esto después de conocer que Petróleos Mexicanos (Pemex) va a importar crudo ligero para refinar.
El gobierno entrante debería ser más analítico y menos reactivo. Porque por ahora la conclusión a la que llega López Obrador es que le chocan los corruptos, “cinicazos” e ineficientes beneficiarios y promotores de la política económica neoliberal.
Esto no es precisamente una aportación a la solución, sino un avivamiento de un discurso de rencor que no aumentará la producción de petróleo, pero sí prende fuego en la pradera de sus seguidores incondicionales.
Ciertamente tener a Pemex importando petróleo no puede ser motivo de alegría para nadie. Pero un presidente debe ser más ecuánime y entender las circunstancias que han llevado a esta empresa a producir crudos más pesados y más caros de refinar.
¿Cómo decirle, por ejemplo, que la histórica oposición de la izquierda a permitir las inversiones en la industria petrolera dañó a este sector por décadas?
El crudo ligero, conocido como Olmeca, procede de yacimientos petroleros que han caído drásticamente en su producción. De hecho, desde el año pasado, México dejó de exportar este tipo de crudo.
Muchos de los procesos en marcha de exploración privada, posibles por la reforma energética, podrían reponer parte de esa producción. Y lo que son las cosas, una de las mejores maneras para obtener petróleo más “dulce” es a través del fracking que tanto le choca al presidente electo.