Qué bueno que el gobierno federal haga un llamado a los médicos y enfermeras de más de 60 años para que regresen a la actividad en áreas donde no pongan en peligro su propia integridad ante la pandemia del SARS-CoV-2. Aquellos que tengan una buena salud serán de gran utilidad para atender a todos esos … Continued
Qué bueno que el gobierno federal haga un llamado a los médicos y enfermeras de más de 60 años para que regresen a la actividad en áreas donde no pongan en peligro su propia integridad ante la pandemia del SARS-CoV-2.
Aquellos que tengan una buena salud serán de gran utilidad para atender a todos esos pacientes no enfermos de Covid-19 que necesitan hoy cuidados médicos.
Pero, así como la 4T tiene la iniciativa para regresar a la actividad a algunos retirados, debería tener la visión de sacar de circulación a aquellos que ya no tienen la capacidad de dar buenos resultados por tantos años de una muy mala vida.
Y, por favor, no es una referencia a nadie del gabinete. Simplemente Petróleos Mexicanos (Pemex), esa empresa de casi 82 años de edad, que ha tenido una vida de excesos sindicales, sobredosis de deuda, enorme exposición al virus de la corrupción y partícipe de las peores fiestas de dispendio de los ingresos petroleros, debería hoy ser llevado a donde debería estar, a cuidados intensivos y no pretendiendo que sea el héroe salvador de la economía.
Hay una gran discusión por la guía de bioética que eventualmente tendría que aplicarse ante una saturación en los servicios de salud. Suena terrible tener que elegir entre una vida u otra al momento de esas eventuales carencias. Es un código mundial y es inevitable en momentos de crisis.
El gobierno mexicano debería aplicar para sus finanzas públicas un código de ética económica en el que pueda decidir qué prefiere, si mantener con un respirador artificial a Petróleos Mexicanos, inyectándole recursos públicos a un barril sin fondo. Y lo que es peor, poniéndole tareas de alto esfuerzo como construir refinerías inútiles, como Dos Bocas.
O bien, puede optar por la otra alternativa que es salvar su propio pellejo financiero y no hacer que Pemex lo arrastre a un contagio terminal. Eso es lo que las firmas calificadoras le han gritado a México por años, no sólo este sexenio.
La realidad es que la 4T sí puede tomar esas decisiones cuando son indispensables. Ahí está la determinación presidencial de recurrir a la Iniciativa Privada para que aporte camas de hospital para atender a aquellos pacientes del sector salud que no estén infectados por el SARS-CoV-2.
Así debería recurrir a los inversionistas privados para desincorporar los negocios de Pemex que todavía sean viables, eso le dejaría recursos frescos.
Claro, estamos en esta nueva gran depresión y hoy no es negocio el petróleo, pero eso cambiará.
Y al mismo tiempo, debería terminar con la obesidad estructural que tiene Pemex y dedicar todos sus recursos al negocio central de la extracción de petróleo que le permita sanear sus finanzas a la vuelta de una década.
Pero, así como en su momento se negó la pandemia con aquello de los besos comelones a las niñas y las invitaciones a ir a los restaurantes, así se niega la realidad de que hoy, Pemex no será la solución del desarrollo del país. No confinar a Pemex a una unidad de cuidados intensivos financieros acabará por contaminar a toda la economía en muy poco tiempo.