Fernández Noroña representa, para el electorado mexicano, lo que es haber sucumbido a la vocinglería del populismo, y a la ramplonería de su lenguaje, pero también a la eficacia de su clasismo: enriquecerse, camuflado de astroso, como “sinónimo” de pobreza
Fernández Noroña representa a la 4T: aspecto de ropavejero para parecer pobre; pero sin soportar la tentación de viajes VIP, mansión de fin de semana, bolsas de Palacio de Hierro: la reproducción del estilo de vida de la clase social que desprecia.
La riqueza repentina de Fernández Noroña encarna el estupor que deben sentir los electores mexicanos, al descubrir cuanto le gusta el dinero a este grupo político que, antes de hacerlo ganar, comía en fondas, vestía ropas mal cortadas y andaba coches de uso.
Fernández Noroña personaliza (tampoco juguemos con las palabras) la arrogancia del elector mexicano, al votar por el populismo, después de haber observado, desde el año 2000, el desastre del populismo en Venezuela, Nicaragua, Argentina, Bolivia, Ecuador.
Con las nuevas formas de acceso a la información, se sabía a detalle, que el populismo que López Obrador prometió era exactamente igual al de Chávez, Kirchner, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa, pastoreados desde su colonia extractiva: Cuba.
El mismo Fernández Noroña fue desde la primera hora el abanderado del chavismo en México: “Venezuela construye una nueva vía económica y seguirá resolviendo sus controversias por la vía electoral. La derecha arderá, me reuní con el presidente Maduro”.
Y Hugo Chávez murió asquerosamente rico, pese a su famosa la frase de “ser rico es malo”. El Departamento de Justicia de EU cifra en 500 mil millones de dólares el robo al erario por parte de Chávez, quien tenía 17 fincas para su solaz esparcimiento.
En eso consiste el populismo chavista, como se observa de manera fehaciente en México: políticos teatrales que arman un discurso de resentimientos y rencores, para ganar el poder y reproducir, después, el estilo de vida de aquellos a quienes se lo arrebatan.
En 2021, Fernández Noroña decía no tener dinero para comprar casa. Pero hoy tiene una mansión de campo de 12 millones, y vuela a Europa en primera clase. Además, sus ingresos no cuadran con su salario.
Sí, Fernández Noroña representa, para el electorado mexicano, lo que es haber sucumbido a la vocinglería del populismo, y a la ramplonería de su lenguaje, pero también a la eficacia de su clasismo: enriquecerse, camuflado de astroso, como “sinónimo” de pobreza.
Es una reedición de la Piñata Sandinista: los miembros del primer gobierno populista de Nicaragua (que perdió el poder en 1997) se robaron cinco mil fincas, casas y departamentos que confiscaron a las clases medias y altas, con reformas sociales y agrarias.
Retomaron el poder en 2007 por la vía democrática, y cambiaron la Constitución, para que el dictador Ortega gobierne mientras viva, y después sea sustituido por su esposa. Porque no hay populismo sin cambiar la Constitución.
Una perfidia de, quítate tú, para ponerme yo.