Trump está convencido de que él es el mesías y que, por lo tanto, debe hacer todo lo que sea necesario para hacer a EE.UU. grande otra vez; no hay que descartar que la risa en la tribuna de la ONU fue más de nervios ante la megalomanía mostrada Por supuesto que Donald Trump, presidente … Continued
Trump está convencido de que él es el mesías y que, por lo tanto, debe hacer todo lo que sea necesario para hacer a EE.UU. grande otra vez; no hay que descartar que la risa en la tribuna de la ONU fue más de nervios ante la megalomanía mostrada
Por supuesto que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, no esperaba esa reacción del pleno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cuando se presentaba como el factor de cambio más importante para su país y la audiencia estallaba en una carcajada.
No está acostumbrado a que sus audiencias pongan en duda sus dichos, así se trate de las más absurdas afirmaciones.
Si al interior de su país hay alguna manifestación contraria a su forma de pensar, si hay alguna actuación legal, como la comisión que investiga sus presuntos vínculos con los rusos, se trata de una acción deliberada y malintencionada de los demócratas. Odia la crítica, porque cree imposible que alguien lo pueda cuestionar.
Pero no, el mundo se rio de él y lo único que seguro ha conseguido es reforzar su sentimiento de estar en lo correcto.
Porque no hay que perder de vista que Donald Trump está ahí porque una mayoría de votantes estadounidenses decidió llevarlo al poder, justo con ese discurso. En las elecciones del 2016, la gente no se rio de él, votaron por él.
Es común que muchos políticos cambien el discurso una vez que llegan al poder, pero no es el caso del presidente de Estados Unidos. Que podrá no cumplir algunas promesas, como aquella de que México pague por el muro, pero el pensamiento de campaña está intacto.
El verdadero problema de personajes como Donald Trump es que parten de conclusiones equivocadas para tomar decisiones.
Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos jura que no hay más responsable del crecimiento de la economía estadounidense que él.
Y está tan convencido de ello que ese discurso no sólo lo lleva ante una audiencia de rednecks del centro estadounidense, sino que lo sube a la tribuna de la ONU y lo que cosecha, incomprensible para él, son carcajadas de burla.
El hecho de que no entienda el contexto de los ciclos económicos y que, por lo tanto, no asuma la responsabilidad que implica estar en la parte expansionista de su economía es un verdadero riesgo.
Ciertamente su gobierno contribuyó a acelerar el ritmo económico con su paquete de baja de impuestos. Pero una reforma fiscal como ésa, tiene facturas que se tendrán que pagar.
Empieza a presionar a su autónomo banco central para que no suba las tasas de interés, quiere controlar el mercado mundial de los precios petroleros y quiere frenar el libre comercio global. Vamos, realmente cree que puede manipular el mundo.
Es muy probable que el ciclo de expansión se extienda durante todo su mandato, lo que puede llevarlo a la reelección. Pero difícilmente un ciclo de alza aguanta ocho años sin presentar desgaste, así que un reelecto Donald Trump se puede convertir en un presidente estadounidense peligroso por las medidas desesperadas que pueda tomar para extender el crecimiento.
Trump está convencido de que él es el mesías y que, por lo tanto, debe hacer todo lo que sea necesario para hacer a Estados Unidos grande otra vez. Y si eso implica pasar por arriba de cualquiera de los que estaban ahí representando la Asamblea General de la ONU, lo intentará.
Por lo tanto, no descarte que la risa de algunos de los ahí presentes fue más una risa nerviosa ante la megalomanía mostrada en esa tribuna.