¿Cómo explicar a la opinión pública que un aumento al minisalario puede ser malo para todos por su efecto inflacionario sin causar una conmoción nacional? Sencillo, como lo hace Agustín Carstens. Quien no solo logra dejar el mensaje correcto entre los que ahora mismo deciden el monto de aumento que estaría por anunciarse para el … Continued
¿Cómo explicar a la opinión pública que un aumento al minisalario puede ser malo para todos por su efecto inflacionario sin causar una conmoción nacional?
Sencillo, como lo hace Agustín Carstens. Quien no solo logra dejar el mensaje correcto entre los que ahora mismo deciden el monto de aumento que estaría por anunciarse para el salario mínimo, sino que lo hace sin que los rabiosos rupturistas se le echen encima.
Hay que tener conocimientos, habilidades políticas y hasta técnicas pedagógicas para hacer entender que si el salario, como un precio de la economía, se eleva de una manera que se perciba como desproporcionada, genera que otros precios suban en espejo. Esto desata una carrera que pierden por definición los asalariados.
Esto que, para algunos, es de sentido común, no es tan fácil de implementar en una sociedad que además es blanco de los ataques, esos sí desproporcionados, de los que suelen sacar de contexto los hechos para obtener algún beneficio político.
El saliente gobernador del Banco de México es un muy prestigiado experto en temas económicos y financieros. Un divertido catedrático que usa y a veces abusa de las analogías para aterrizar las ideas de alta complejidad técnica.
Pero sobre todo es un hábil político que es capaz de negociar exitosamente temas complejos.
A ese técnico-didáctico-político funcionario le queda una quincena en pesos mexicanos, la primera de diciembre ya la cobra en francos suizos, antes de irse a Basilea, y hoy no tiene remplazo.
Está claro que el proceso legislativo para designar al próximo gobernador del banco central mexicano está más que planchado. Será cuestión de horas entre la designación de Peña Nieto y la aprobación del Senado, incluso con una amplia mayoría y los respectivos votos en contra de la bancada de facto de Morena.
Pero el tema es la elección del perfil de un gobernador que sea por supuesto un buen técnico, intachable. Pero que sea además un eficaz político que pueda negociar y comunicar las ideas del banco con claridad y efectividad.
Si se quiere ahorrar el siguiente gobernador los ejemplos de los baches y los catarritos, nos vamos a divertir menos, pero tiene que ser un buen político.
El éxito de la política monetaria depende de la facilidad con la que los agentes económicos compren los objetivos. Tienen que ser contundentes y creíbles los mensajes.
Y más cuando en el escenario futuro puede haber discrepancias entre la manera de llevar la política fiscal y la monetaria.
Claro que ojalá que no sea el caso, pero puede haber una administración federal que desprecie la estabilidad a cambio de generar una falsa expectativa de bienestar, ahí se necesita un Banxico fuerte con un gobernador creíble.
Por ello debe ser un buen político así sea en potencia, no necesariamente uno consagrado. Pero la efectividad del Banco de México depende en buena medida de su habilidad para comunicar las decisiones y las argumentaciones.
Ya desde ahora extrañamos a Agustín Carstens, que supo cómo ganarse a todos los actores políticos y financieros, aun cuando con su voz pausada y estilo lerdo estuviera comunicando las peores noticias.