Los migrantes de la caravana hondureña son piezas del juego político de Washington, dando a los repúblicanos oxígeno puro en las elecciones intermedias
A dos semanas de una derrota que parecía segura para Trump en las elecciones intermedias … salió, de la nada, una caravana de seis mil migrantes, que es oxigeno puro para la campaña del Partido Republicano, y veneno contra el terso cambio de gobierno que transita México.
No es coincidencia, cuando el pronóstico de RealClearPolitics da 48.8 por ciento a los demócratas sobre 41.1 a los republicanos, en la elección para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
Sí: México debe practicar con esta caravana la congruencia de trato justo y humanitario que exige a Estados Unidos hacia nuestros connacionales, y desempeñarse en consecuencia con sus principios de acogida y tradición de asilo. Eso, jamás estará en discusión.
Tampoco se trata de una caminata espontánea de una muchedumbre de gente empobrecida (que lo es, y en condición crítica) en busca del sueño americano. Es una atroz manipulación de los más necesitados por algo que éstos ni imaginan: el ajedrez político de Washington.
Y sólo desde Washington pueden salir fondos para organizar un contingente de esta magnitud, cuyo agolpamiento en la frontera sur de México se produce en un momento que levanta a Trump de un revés que, al menos hasta ahora, se avizoraba seguro el próximo 6 de noviembre.
Las imágenes de decenas de desesperados que prefieren jugarse la vida en la cornisa de un puente o las torrentosas aguas de un río, causan solidaridad en nuestras buenas conciencias, pero hacen cambiar el voto a los estadounidenses, otra vez, en favor de Trump.
Él lo sabía. Por eso su campaña, a 15 días de las intermedias, subió al cielo, al convencer al votante estadounidense de que es un gran líder, porque, al contener la entrada de la caravana migrante, “México respeta el liderazgo de Estados Unidos”.
México la contuvo porque actuó como debe: ninguna nación permite el ingreso de multitudes a su territorio de manera irregular ni violenta. La migración debe responder a una estructura ordenada y legal. Todos los que hemos migrado, nos hemos tenido que ajustar a eso.
Es música para los oídos de la corrección política, oponerse a esta razón de Estado, recordando que los abuelos llegaron a México de una manera u otra, siempre con una gran carga emotiva de dramatismo y crecimiento humano. Pero tampoco deja de ser un juego con los sentimientos.
Al gobierno mexicano le asiste la razón, cuando afirma que el ingreso violento al país no sólo atenta contra nuestra soberanía, sino que también pone en riesgo a los propios migrantes, especialmente niños, niñas, mujeres y adultos mayores.
De esas almas se aprovecha Trump para ganar en dos semanas.
Es Trump, eh.
No es México.