Cuando entraron las primeras caravanas de migrantes, el gobierno de López Obrador no imaginó que esos cientos de personas habrían de convertirse en decenas de miles de seres humanos
Cuando en enero pasado entraron las primeras caravanas de migrantes centroamericanos, bajo la nueva política de puertas abiertas, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador no imaginó que esos primeros cientos de personas que avanzaban libremente por el territorio nacional, habrían de convertirse en decenas de miles de seres humanos que traspasarían la frontera del sur con el visto bueno de la 4T.
Ahí, donde el gobierno anterior mantenía elementos de la Policía Federal para impedir los flujos ilegales de migrantes, en ese mismo sitio donde volaban piedras y gases lacrimógenos, justo ahí, este gobierno daba todas las facilidades para penetrar con total libertad.
La pobreza, la violencia y la falta de estados eficientes en los países centroamericanos no es una responsabilidad de la 4T, las facilidades para que grupos de traficantes movilicen enormes caravanas sin oposición de la autoridad mexicana, sí fue responsabilidad del actual gobierno.
Para cuando esta administración se dio cuenta de la llave migratoria que había abierto, ya era demasiado tarde.
La frontera es históricamente porosa, descontrolada. Pero la certeza que tenían los migrantes de que internarse en territorio mexicano habría de costarles la eventual deportación se terminó. La voz corrió rápido y se dio forma a una verdadera crisis migratoria.
Del otro lado, es muy difícil ubicar al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, leyendo amplios reportes de la Oficina de Aduanas o de Seguridad Interior con el relato del paso libre y manipulado de cientos de miles de migrantes por territorio mexicano para llegar a la frontera.
Es prácticamente un hecho que el presidente Trump se encolerizó por lo que vio en la televisión, en especial en sus canales de noticias favoritos que son tan radicales como él y presentan una visión parcial y exagerada de un problema que sí existe, pero que no tiene los tintes de gran crisis que reflejan esas pantallas.
Así que la poca información que seguramente tiene el presidente de Estados Unidos fue más que suficiente para que despertara sus ímpetus populistas y preparara este dardo envenenado en contra de un país altamente despreciado por su más radical clientela política.
Si al final se elevan los aranceles comerciales a las importaciones mexicanas, Estados Unidos se estaría provocando un severo daño comercial interno. Pero desde la Casa Blanca confiaban que ocurriría lo que finalmente sucedió: el gobierno mexicano se movilizó de inmediato para tratar de evitar el castigo del acosador presidente estadounidense.
Así, una decisión populista mexicana de abrir las fronteras para acoger a los hermanos centroamericanos, sin medir las consecuencias y sin entender las razones de la política que se mantenía de controlar los flujos migratorios, dio paso a otra decisión populista que persigue votos para la reelección en Estados Unidos.
Y no sólo eso, la determinación de la administración de López Obrador de permitir el libre flujo migratorio, con todo y permisos para trabajar en México, ha provocado un aumento del sentimiento antiinmigrante de los propios mexicanos que se ven invadidos y vulnerados por los extranjeros, en su propio país lleno de carencias.
La 4T se verá forzada a regresar a una política lógica de defensa de la migración ordenada en su frontera sur. Esto se verá como un sometimiento de Donald Trump sobre el gobierno mexicano. Crecerá la tensión en la zona del río Suchiate, donde los grupos de traficantes harán creer a los expulsados económicos de Centroamérica que entrar a México es un derecho conquistado.
Y si no logran contener los ímpetus del “señor aranceles”, México estará un paso más cerca de una caída económica.