Estados Unidos no es sólo integrante de la Organización Mundial de Comercio (OMC) desde el primer día de su creación, sino que fue la pieza clave para que las largas negociaciones de la Ronda de Uruguay de los años 80 pudieran materializarse en esta agrupación global. La propia OMC se define como una organización para … Continued
Estados Unidos no es sólo integrante de la Organización Mundial de Comercio (OMC) desde el primer día de su creación, sino que fue la pieza clave para que las largas negociaciones de la Ronda de Uruguay de los años 80 pudieran materializarse en esta agrupación global.
La propia OMC se define como una organización para la apertura del comercio, como un foro para que los gobiernos negocien acuerdos comerciales, como un sitio donde se pueden resolver diferencias comerciales y como un lugar donde sus integrantes acuden para tratar de resolver problemas comerciales.
Esa es la OMC y quizá muchos no lo tenían tan claro. Lo que nadie sabe con certeza es quiénes son los Estados Unidos.
Así como en la Balsa de Piedra de Saramago, los Estados Unidos de Donald Trump parecen tener deseos de aislarse del mundo entero y flotar a la deriva en búsqueda de ese nacional-capitalismo que plantea el inquilino de la Casa Blanca.
Cuando inicialmente amenazó a México con modificar a su gusto o bien cancelar el Tratado de Libre Comercio, lo que privó fue el terror. A nadie escapa la dependencia comercial y financiera que tiene nuestro país del vecino del norte.
Como buen bully que es, Trump presionó al socio más débil del acuerdo con influir para el retiro de las inversiones del sector automotriz. Dio un par de golpes fuertes, el más contundente con sus amigos de Ford y la cancelación de una inversión en marcha.
Sin embargo, al paso de las semanas, al menos en los mercados, pudieron dimensionar que si bien el sector automotriz es uno de los más importantes frentes del libre comercio con América del Norte, tampoco se trataba del único y que muchos sectores estadounidenses serían fuertes perdedores si se cancela el TLCAN.
Entonces, con la certeza de que todos pierden sin un acuerdo comercial, México pudo definir una postura clara: o negociamos entre iguales o esto se acabó.
No es una postura suicida del gobierno mexicano, es entender que aun tras la muerte del TLCAN, México se queda respaldado por las reglas comerciales de la OMC.
Pero ¿qué pasa ahora que aparentemente la amenaza del gobierno de Donald Trump es en contra de las reglas de comercio global de esta organización?
De entrada implica que México ya no estará solo en la mira de los ataques estadounidenses. Ahora son 163 países los amenazados, entre ellos China.
Lo verdaderamente grave es que si no hay un bloque de todos los integrantes de la OMC frente a esta postura intransigente que al parecer asumiría Washington en contra del libre comercio mundial, estaríamos en la antesala de una edad media comercial que garantizaría una crisis global.
Puede Gran Bretaña secundar a Estados Unidos, pero el resto de Europa, toda América y China junto con el resto del continente asiático tendrían que buscar las medidas necesarias para regresar al carril de la cordura a la economía más grande del mundo.
Entonces, si ya no estamos solos en la amenaza de terminar con el libre comercio, lo cierto es que esta amenaza global puede tener muchas más consecuencias y más graves.
Y si en este lance cae la economía de Estados Unidos, nosotros vamos pegados. Y si la que sufre es la economía del resto del planeta, pues también ahí vamos.