Falta un poco menos de tres años para que las candidatas y candidatos de los partidos a la presidencia se postulen
Por si tuviera lectores millennians les explico: desde la fundación de lo que hoy es el PRI, nació en 1929, con el nombre de Partido Nacional Revolucionario, hasta el final del siglo XX, se acostumbró que el presidente saliente nombraba a su sucesor. A esta práctica se le llamó “dedazo”.
El jueves pasado, luego de la inauguración del Banco del Bienestar, el presidente López Obrador levantó la mano derecha de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, al tiempo que enfáticamente la señalaba. Claudia, más sonriente que lo que acostumbra, izó sus dedos índices, uno señalando hacía arriba y el otro a los que presenciaban el acto. Esto fue interpretado por los medios y por la clase política como un “dedazo” a favor de la señora Sheinbaum —tengo que aprender a escribir su apellido correctamente y con soltura—.
Si lo sucedido fue un “dedazo”, es obvio que fue muy anticipado. Falta un poco menos de tres años para que las candidatas y candidatos de los partidos a la presidencia se postulen. Si no es “dedazo”, ¿con qué intención la señaló el presidente en una acción que puede dividir a su partido? ¿Lo hizo para protegerla? ¿La está usando de distractor para amainarle la cargada a quien piensa señalar?
Son el priista Adolfo Ruiz Cortines y el morenista López Obrador, dos presidentes parecidos: uno y otro llegaron sexagenarios al poder, ambos taimados y sin tener el dinero como prioridad. (Ruiz Cortines decía: “El dinero nunca es número uno; tampoco es número dos”).
La comparación viene al caso por la posibilidad de que el tabasqueño esté manejando su sucesión como la manejó el veracruzano. Cercano el nombramiento, en una reunión de gabinete don Adolfo se la pasó alabando a su secretario de Salubridad y Asistencia Pública, doctor Ignacio Morones Prieto, “indígena como Juárez, honesto como Juárez, patriota como Juárez”. Este es, pensaron unos y otros. Semanas después instruyó a su secretario de Hacienda, Antonio Carrillo Flores, “hay que limpiarle el escritorio al Pollo” –así le decía a Gilberto Flores Muñoz, su secretario de Agricultura—. La petición provocó que se pensara que don Gilberto era el bueno. Ya sin mucho tiempo para decidir le dijo al general Agustín Olachea Avilés, presidente nacional del PRI, “ya casi lo tengo, pero investigue si el licenciado López Mateos, secretario del Trabajo, es de religión protestante”. Días después, el general Olachea regresó de su encomienda: “Lo de López Mateos son sólo rumores”. “Bueno —dijo el presidente muy tranquilo— pues él es.
Después Ruiz Cortines explicó: “Ya parece que si fuera el bueno le mando limpiar su escritorio al Pollo”.
¿Lo de Claudia será el regreso del “dedazo” o sólo una finta?
Respuesta
Nos permitimos estar con el cuarto presidente del Gobierno de España desde la muerte del funeralísimo Francisco Franco, cuya memoria ha sido luz y guía de nuestro personaje. ¿Su nombre?
José María.
¡Anda!, como el padre y la madre terrenales del hijo de Dios. Sí, sí, del mismo que, por su gracia, nombró a Franco, sin ningún testigo de por medio, ni aparición alguna, Caudillo de España. ¿Apellido?
Aznar.
¡Hombre! Según el diputado mexicano Ignacio Mier, su apellido es de origen aragonés, del latín Asinaurius: el que cría o cuida asnos. Así que origen es destino y se convirtió en uno de ellos.
Es importante destacar que don José María se opone a que España pida perdón a los pueblos originarios de lo que hoy es Latinoamérica, principalmente, México, por el maltrato recibido durante la conquista y la colonia. “Ni siquiera —dijo— hemos perdido perdón a los elefantes de Botsuana, por la muerte de uno de ellos de manos de su majestad el Rey Juan Carlos I, así que menos les vamos a pedir perdón a esos salvajes a los que educamos y enseñamos la verdadera religión”.