En fin, que cualquier reforma a la que se llegue debe cumplir con uno de los considerandos del decreto que crea a la Comisión: “que las minorías puedan convertirse en mayoría a través de apelar a la única y legítima fuente del poder: la libre decisión ciudadana”.
LIC. PABLO GÓMEZ,
PRESIDENTE EJECUTIVO,
COMISIÓN PRESIDENCIAL PARA
LA REFORMA ELECTORAL:
+Voto: expresión pública o secreta
de una preferencia ante una opción.
Diccionario de la Real Academia
A lo largo de transición a la democracia enfáticamente se buscó hacer confiables las elecciones y para que así fueran, siempre se han seguido los principios de certeza, legalidad, transparencia y equidad para todos los contendientes y los sufragantes. Del lado institucional, se cumplió a cabalidad merced a la autonomía y profesionalización del Instituto Nacional Electoral, además de su compromiso con el cumplimiento de la ley electoral.
La confianza que el INE inspira en la ciudadanía tiene un componente adicional: no ha habido, por lo menos hasta ahora, autoridad gubernamental que pueda interferir en sus grandes decisiones, ni en sus tareas cotidianas. Porque, como todos sabemos, la población desconfía del gobierno sin importar su signo partidista.
Dado este contexto, como un mal augurio de lo que será el trabajo de la Comisión, ayer se dio a conocer su composición: puros cuatroteístas. Entiéndame, don Pablo, es obvio que los siete funcionarios deben estar en la Comisión, pero no se incluyó de manera genérica a miembros que representen a la sociedad y al propio INE. Por ahí en el artículo tercero indica el decreto que “la Comisión podrá invitar” a otros interesados; “quienes podrán participar con derecho a voz, pero sin voto”. O sea, a ver si tienen ganas y a ver si los escuchan.
Para tratar de disminuir el sesgo cuatroteísta, la presidenta Sheinbaum anunció que se realizará una encuesta entre la población. Ajá… Usted y yo sabemos que, dependiendo de la manera de preguntar, se da la respuesta. Mire, el ahorro el trabajo: A diferencia de otros países vecinos, 50% de los mexicanos están satisfechos con la democracia (Latinobarometro 2024); ahora que si les pregunta si prefieren que haya menos legisladores, una abrumadora mayoría le va a responder afirmativamente porque en el día a día, los partidos políticos no han logrado que la gente se sienta verdaderamente representada.
Mire, don Pablo, según el estudio arriba citado, 48% de los encuestados del subcontinente creen que “la democracia puede funcionar sin partidos”. La idea de esta pregunta no es medir la eventual desaparición de los partidos, sino la conexión que éstos tienen con la población y, por lo que se ve, es escasa. Ahora bien, usted y yo sabemos que ninguna democracia puede sobrevivir sin organizaciones políticas porque no vivimos en la Grecia de la antigüedad donde casi todos votaban directamente.
No soy ningún experto en Derecho Electoral ni en estudios democráticos, pero me atrevo a comentar que si yo tuviera una responsabilidad del tamaño que usted la tiene, abordaría el asunto de otra manera. En vez de empezar por cambios legislativos, empezaría por ver qué aspectos y tareas son indispensables para que las elecciones funcionen. Por ejemplo, ver qué tanto cuestan las fiscalizaciones que se hacen de los gastos de campaña y evaluar el costo/beneficio. Y aquí pondría mucha atención, como bien dice el colega Felipe León, de qué manera se puede detectar la intromisión de dinero del crimen organizado en las contiendas.
Y así me iría por cada uno de los principios y vería cómo se están garantizando actualmente; porque el gran propósito no es tener una democracia barata, sino una democracia que funcione a partir de la certeza, la equidad, la transparencia y la legalidad. Es decir, antes de sacar la tijera de los recortes presupuestales, tener bien claro si se está lesionando y cuánto cualquiera de los principios. Hay tareas que deben ser bastante costosas, como el Programa de Resultados Electorales Preliminares, la impresión de los padrones electorales por distrito, la emisión de la credencial y tantos otros rubros más, pero todos ellos cumplen con la función de apuntalar los principios.
Hay un aspecto del cual cojea nuestro sistema electoral y son los partidos mismos. ¿Cuestan mucho? Sí, en la medida en que no tienen cercanía con la población; sí, cuando se han convertido en negocios familiares o feudos; sí, cuando los diputados aceptan ser cooptados; sí, cuando los legisladores chapulinean… Que quede claro, no estoy abogando porque se les quiten las prerrogativas en años no electorales, estoy señalando que deben tener límites en su actuar político, además de rendir cuentas efectivas sobre los gastos que realicen. No se trata de presentar una factura con todos los requisitos fiscales, sino que se vea cuál fue el beneficio para el partido y para la democracia.
Ningún partido puede funcionar sin prerrogativas, a menos que obtenga los recursos de los poderes fácticos, ya sean legales o ilegales. Para no ir más lejos, MORENA se propuso en su último consejo contar con 80 mil comités seccionales; ¿cómo los fondearía? Échele números…
En fin, que cualquier reforma a la que se llegue debe cumplir con uno de los considerandos del decreto que crea a la Comisión: “que las minorías puedan convertirse en mayoría a través de apelar a la única y legítima fuente del poder: la libre decisión ciudadana.”
Cualquier desviación nos llevará al autoritarismo.
Con la colaboración de Upa Ruiz
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