Dice el secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio González Anaya, que no se atreve a hacer un pronóstico de los precios futuros de la gasolina, el gas LP y de paso de la cotización del peso frente al dólar. Y hace muy bien. La realidad es que son tantos los factores que pueden … Continued

Dice el secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio González Anaya, que no se atreve a hacer un pronóstico de los precios futuros de la gasolina, el gas LP y de paso de la cotización del peso frente al dólar.
Y hace muy bien. La realidad es que son tantos los factores que pueden influir en sus cotizaciones, que un pronóstico de los precios de los energéticos y de los mercados cambiarios, entre otros mercados, son un albur y más en estos momentos de tanta volatilidad.
Sin embargo, hay que hacerlo. La Secretaría de Hacienda, los analistas, las empresas y las familias tienen que estimar con base en algún cálculo aunque éste sea una lotería.
En el caso de la autoridad financiera, la ley obliga a hacer cálculos para diseñar el paquete económico del año siguiente.
De hecho a la Secretaría de Hacienda le quedan 45 días para notificar al Congreso lo que comúnmente se conoce como los precriterios generales de política económica.
El artículo 42 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria obliga a la autoridad fiscal a presentar los escenarios sobre las principales variables macroeconómicas para el siguiente año, como la estimación de crecimiento, de inflación, de tasa de interés y precio del petróleo.
Así que aunque no le guste, a la dependencia que encabeza José Antonio González Anaya no le quedará más remedio que calcular variables que deberán ser la base del paquete económico de México para el 2019.
La verdad es que puede ser un trabajo inútil por lo radical de los desenlaces de los temas que hoy más angustian.
Para Hacienda son tres los grandes trabucos hacia delante: la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la reforma fiscal de Trump y el proceso electoral.
De esos tres, las únicas certezas las arroja el cambio tributario impulsado por el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump. Hay dos caminos: seguir rezando para que no haya fuga de capitales o procurar medidas de estímulo para que esos capitales aquí se queden.
En cuanto a la renegociación del TLCAN, lo que queda es correr modelos con los escenarios extremos. Se desbarata el acuerdo y el peso se devalúa y la economía cae o se queda el tratado y el peso se revalúa y se destraban muchas inversiones.
Pero el escenario más complejo para elaborar precriterios es el electoral. Está en juego la salud misma de las finanzas públicas y aunque pueda una mayoría aprobar un presupuesto medianamente responsable durante el último trimestre, son impredecibles las reacciones del mercado ante algún resultado electoral determinado.
Vamos, el precio del petróleo no se va a mover por factores tan locales como el resultado electoral o la renegociación del TLCAN, pero todo lo demás sí está sujeto a cambios. Desde el tipo de cambio hasta las tasas de interés.
Pero así está la ley, el gobierno que ya se va debe presentar esos cálculos altamente imprecisos a una legislatura en el Congreso que de facto ya no está.