José Antonio Meade hizo amigos en el ITAM, casi todos economistas. Y en la UNAM, sólo en la Facultad de Derecho. Los inicios de su carrera como servidor público ocurren en el foxismo. Y su ascenso entre los tecnócratas, a la sombra de Agustín Carstens Carstens. Su primer cargo relevante fue en Banrural, donde enfrentó … Continued
José Antonio Meade hizo amigos en el ITAM, casi todos economistas. Y en la UNAM, sólo en la Facultad de Derecho. Los inicios de su carrera como servidor público ocurren en el foxismo. Y su ascenso entre los tecnócratas, a la sombra de Agustín Carstens Carstens.
Su primer cargo relevante fue en Banrural, donde enfrentó la hostilidad manifiesta del entonces secretario de Desarrollo Agropecuario, Javier Usabiaga. No obstante, implementó la reforma que Luis Téllez había ideado para convertir el banco agropecuario en un verdadero vehículo para el desarrollo.
Han pasado casi tres lustros de aquellas primeras faenas. Y de la conformación de un equipo de técnicos entre quienes se cuentan Juan Manuel Valle Pereña, Alejandro Vázquez Salido y Mikel Arriola Peñalosa, quien fue el último de esa primera camada.
“Fue mi jefe en Hacienda”, recordaba recientemente el todavía director general del IMSS en una charla informal, al hablar de Meade Kuribreña. “Yo todavía lo veo así”. Aunque durante el calderonismo, gracias a su amigo Salomón Chertorivski, logró acomodarse como titular de la Comisión Nacional para la Protección de Riesgos Sanitarios.
Justo cuando cumpliría cinco años al frente de ese organismo, impulsado por Meade, dio un salto cuántico y llegó al IMSS —en febrero del año pasado— para ocupar la vacante dejada por José Antonio González Anaya, general dentro del equipo de Meade.
Su ascenso —paradojas del peñismo— ocurrió como una alternativa sin costos políticos, en medio de uno más de los pleitos entre los dos bandos predominantes en el equipo presidencial. Ese mismo escarceo llevó a Aurelio Nuño a la SEP y a José Narro a la Secretaría de Salud.
Ambos, con ánimos presidencialistas, quedaron en el camino. Y rechazaron la opción de competir por la Jefatura del Gobierno de la Ciudad de México.
Otra vez, vino un plan B. A mediados de noviembre, hubo una última intentona de convencer a Ricardo Monreal de abanderar la causa tricolor en la CDMX. Para entonces, Eruviel Ávila iba aterrizando en el PRI-CDMX y después de una primera búsqueda, definió un póquer de aspirantes compuesto por Israel Betanzos, Pablo Escudero y Adrián Ruvalcaba, además de Aurelio Nuño y José Narro; no obstante que el titular de la SSA públicamente se había descartado de competir por la jefatura de Gobierno.
En Los Pinos voltearon hacia el secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, quien cerró la puerta a cualquier especulación en ese sentido. Y a mediados de la semana pasada, Galindo Quiñones todavía tanteaba opciones. Y así surgió la idea efímera de explorar un “externo” incrustado en el gabinete mancerista: Salomón Chertorivski, secretario de Desarrollo Económico capitalino, quien también estudió en el ITAM y fue compañero de Meade en el gabinete calderonista. Esta opción implicaba un guiño a panistas y perredistas.
Pero si la lógica, elemental e implacable, era repetir el efecto Pepe, ¿por qué no optar por un leal? “Estoy muy ilusionado y espero estar donde más pueda ayudar”, dijo Arriola al autodestaparse en ADN 40. Antes, el portal politico.mx —también de TV Azteca— había avanzado que el joven abogado y pelotari dejará el IMSS.
Los meadeadistas van por todas. Y los priistas, ante el dilema de la unidad o el ostracismo. ¿Ejemplos? Galindo Quiñones estaría en la antesala de la candidatura al Senado o, en su defecto, Jesús Vizcarra, lo que lesionaría al grupo político encabezado por los ex gobernadores Mario López Valdés y Francisco Labastida Ochoa, quienes impulsan al exsecretario de Gobierno, Gerardo Vargas.
“La única opción para ganar el estado es mantener al partido unido”, sostienen priistas del noroeste, quienes se quejan de la actitud avasalladora del actual mandatario, Quirino Ordaz Coppel.
Y en el sureste, igual. La definición de la candidatura al gobierno de Yucatán involucra a Jorge Carlos Ramírez, Mauricio Sahuí y Pablo Gamboa. Cada uno, con su padrino y su injerencia local. ¿El mejor posicionado? En todas las ternas figura el actual secretario de Gobierno, Roberto Rodríguez Asaf.
Los meadedistas, rampantes. Entre ellos destaca Sergio Alcocer, quien fue el primero de los cercanos al entonces canciller en trazar una ruta propia; dejó la subsecretaría para América del Norte, trabajó para conseguir el aval de la comunidad universitaria y lo obtuvo. Pero otros decidieron que Enrique Graue tomara las riendas de la UNAM.
A mediados del 2015 se dio esa primera —y fallida— señal sobre el ascenso de los meadeadistas. Ahora Alcocer está al frente del capítulo mexicano de Iberdrola y dirige México Exponencial, un think tank que propone “una nueva óptica” para construir el futuro y abrazar la Cuarta Revolución Industrial.
Los meadeadistas, en expansión. Un ajuste al gabinete legal y ampliado está en ciernes, obligado por el arranque de la contienda electoral. Si se confirma la versión de la salida de Luis Miranda de Sedesol, esa vacante sería ocupada por Vanessa Rubio, la única mujer en ese entorno con nivel premium.
EFECTOS SECUNDARIOS
SOSPECHOSOS. Del diezmo, a 30 por ciento. La cuota por la asignación de contratos en este sexenio —de acuerdo a múltiples voces del mundo empresarial— tuvo un incremento exponencial. Y se reflejó, principalmente, en las obras de infraestructura, pero también en la proveeduría de servicios y hasta para surtir papelería o limpiar edificios. En vísperas del Año de Hidalgo, las resistencias a estas coimas se multiplican aunque todavía no hay valientes que se hayan acercado a la función pública para quejarse. En el Palacio de Covián, por ejemplo, las quejas refieren a Martín Hernández Roa y Paulo Uribe.