Los famosos 500,000 millones de pesos al año que se iban a ahorrar en corrupción no aparecen por ningún lado y en la Secretaría de Hacienda hacen malabares para cumplir con los caprichos de gasto del presidente sin desbarrancar la economía
Si en este gobierno las finanzas públicas no se manejan desde la casa presidencial, como presumía el expresidente Luis Echeverría, al menos las descalificaciones públicas a los funcionarios de la Secretaría de Hacienda sí se disparan desde Palacio Nacional.
El secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, es, digamos, muy prudente, y no le gusta llevarle la contra a su jefe el presidente. Recientemente prefirió avalar la apuesta presidencial de un crecimiento de la economía de 2% este año, antes que dar las razones técnicas, que las tiene, que hacen que eso sea imposible.
Pero el subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, es más echado para adelante. A veces parece imprudente y asume el trabajo que debería tocarle a su jefe Urzúa, y al parecer, quizá por su formación técnica, no parece acabar de entender con qué se come eso de la 4T.
El dinero no alcanza para tantas ocurrencias de este gobierno. Los famosos 500,000 millones de pesos al año que se iban a ahorrar en corrupción no aparecen por ningún lado y los funcionarios de la Secretaría de Hacienda hacen malabares con las cuentas públicas para cumplir con los caprichos de gasto del presidente sin desbarrancar la economía.
Pero mientras Urzúa lo calla y quizá lo sufre en privado, Herrera lo expresa abiertamente. Y desde su perspectiva de verdadero experto, no duda en verbalizar lo que tendría que hacerse para no acabar con la estabilidad financiera del país.
Por lo pronto, descalificar así a Arturo Herrera resulta más costoso en términos de pérdida de confianza que renunciar a los recursos adicionales que supuestamente aportarían esos impuestos.
Sólo el subsecretario de Hacienda sabe cuál es su nivel de resistencia ante tanto manazo presidencial en público. Quizá debería replantear si es lo que quiere. Y no tanto porque lo regañe el presidente Andrés Manuel López Obrador, sino porque ciertamente no le están dejando margen para manejar las finanzas públicas del país de una forma sana.
Claro que elevar de facto la Tenencia era un escándalo que le pegaba a esa clientela política del presidente que tiene acceso a las benditas redes sociales y, por lo tanto, la pueden cargar contra la imagen presidencial.
Es un hecho que resonará durante todo este gobierno, aquella promesa de López Obrador de no subir ni crear impuestos durante su sexenio
Porque en todo caso, una decisión como esa de cobrar más impuestos la 4T la tomaría en el momento preciso y sin tanto aviso, justo cuando se presente el Paquete Económico al Congreso, y se escondería detrás de algún distractor, como por ejemplo una carta al Rey de España, o algo así. Pero no se anticipa con tanto tiempo.
Debería el presidente cuidar mucho más a su talento financiero y no descalificarlos de la manera que lo hizo en público y en propia cara de Arturo Herrera. Porque si en algo tienen razón es que con gastos tan absurdos como la refinería de Tabasco y sin un aumento en los ingresos va a ser difícil mantener la salud financiera del país.
Y si por alguna razón el presidente decide que en Hacienda debe haber funcionarios más afines a su 4T, que gasten a manos llenas, que no se preocupen por mejorar la recaudación, que descuiden la estabilidad macroeconómica y que cumplan con los caprichos presidenciales, como el más reciente de crear “pejegasolineras”, lo más probable es que la confianza que le queda a los mercados en la economía mexicana acabe por derrumbarse.