Durante muchos años, Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade fueron vecinos. El candidato oficialista —desde la adolescencia— ha sido colono de Chimalistac y a menos de 500 metros, el político izquierdista tuvo su primer inmueble en la Ciudad de México: un departamento de apenas 90 metros cuadrados en la planta baja de uno … Continued
Durante muchos años, Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade fueron vecinos. El candidato oficialista —desde la adolescencia— ha sido colono de Chimalistac y a menos de 500 metros, el político izquierdista tuvo su primer inmueble en la Ciudad de México: un departamento de apenas 90 metros cuadrados en la planta baja de uno de los edificios del conjunto habitacional ubicado casi al final de la avenida Universidad.
El político tabasqueño adquirió ese apartamento cuando trabajaba en el Inco —la dependencia que después sería remplazada por la Profeco—, bajo el amparo de su amigo Ignacio Ovalle, ambos protegidos por Claudia Jusidman. Era su exilio, después de haber dejado abruptamente la dirigencia del PRI en su natal Tabasco, distanciado de su mentor, Enrique González Pedrero.
Casado con Rocío, la hija menor del abogado Gonzalo Beltrán Calzada, AMLO regresaría a Villahermosa, con sus dos hijos, y se radicarían en una casa dúplex en el fraccionamiento Tabasco 2000. Allí recibirían al tercero de sus hijos y también tendrían el cuartel de la primera campaña lopezobradorista, hace casi 25 años.
Los López-Beltrán regresaron al Distrito Federal en 1996. Y para el 2002, los jóvenes José Ramón y Andrés Manuel ya eran universitarios y ocuparon el viejo departamento. Sus padres y su hermano Gonzalo se mudaron a otro inmueble en la calle de Odontología, a espaldas del CUEC en la Ciudad Universitaria. Para entonces, la esposa del jefe de Gobierno había suspendido sus actividades públicas. El tratamiento médico, pero sobre todo la atención del menor, obligaban al reposo absoluto.
El 12 de enero del 2013 falleció Rocío Beltrán Medina y AMLO ya no quiso regresar a Copilco-Universidad. Después de su desafuero se instaló en un departamento ubicado a menos de 100 metros de la entrada de la estación Zapata del SCT Metro, en la colonia Del Valle.
Antes de que arrancara su primera campaña por la Presidencia de la República, el político tabasqueño acudió —acompañado de sus tres hijos— ante un notario en su natal Villahermosa para donar a sus hijos la parte correspondiente de los bienes que tuvo en copropiedad con Rocío Beltrán, quien no dejó testamento.
El 10 de junio del 2013, el juez 11° de lo familiar declaró como únicos y universales herederos a los tres hijos de Andrés Manuel López Obrador y Rocío Beltrán. Dos meses después, José Ramón —en su carácter de albacea— presentó el inventario de bienes que constituían el caudal hereditario. Nada de dinero, alhajas, semovientes, muebles o créditos…
Eran cinco los bienes inmuebles: dos predios en Teapa —lugar originario de los Beltrán Medina—, la casa de la calle Júpiter, en Tabasco 2000, y el inmueble de Odontología, que en realidad son dos departamentos de 80 metros cuadrados que fueron fusionados para la comodidad de la convaleciente.
Los términos del contrato de donación, la adjudicación de los departamentos de Copilco-Universidad a Andrés Manuel López Beltrán y el reparto de los predios de Teapa son públicos hace mucho. Los investigadores de José Antonio Meade pudieron haber conseguido la copia de la escritura expedida por el notario Adán Augusto López Hernández para inscripción en el Registro Público de la Propiedad.
Tal vez el abanderado priista no conocía esta información al momento de acusar a su adversario de mentir, en el debate del pasado domingo 22. ¿Fake news? Los ataques de Meade son tan burdos como los de Ricardo Anaya, quien sostiene que AMLO es incongruente porque Miguel Ángel Navarro Quintero, actual candidato de Morena al Senado en Nayarit, votó a favor del Fobaproa… Parcialmente cierto. Navarro Quintero entonces militaba en el PRI.
Antes, durante y después del debate, todos unidos contra AMLO. La novedad derivó en circo mediático. El formato del primer debate presidencial deslució a los moderadores pero igualó a los candidatos, tanto en el uso del micrófono como en la oportunidad de atraer la atención de los votantes. A golpe de sensacionalismos, el Bronco capturó las primeras planas y afloraron sus dotes como provocador. Vehemente, Margarita Zavala logró desmarcarse del calderonismo, pero nada más. En su pugna por definir al rival más fuerte, José Antonio Meade arriesgó al atacar a Ricardo Anaya y en el pecado llevó la penitencia. El abanderado de la coalición PAN-PRD puede presumir de ser el mejor polemista de su generación y tuvo un desempeño sobresaliente. Andrés Manuel López Obrador prevaleció, sin engancharse ni desgastarse en exceso.
El debate es el cerrojazo del primer tercio de la campaña presidencial. Y en el balance, AMLO se ha consolidado como el puntero.
EFECTOS SECUNDARIOS
METÓDICOS. Los candidatos al INAI comenzaron a presentarse ante el Senado de la República. Dos de los enlistados no pudieron llegar a tiempo. Y Carlos Alberto Bonnin Erales —uno de los aspirantes más fuertes— de plano se quejó de las “imprecisiones técnicas y de redacción” del reportaje periodístico que desvela sus nexos con el PRI y la actual secretaria de la Función Pública. Yolli García, presidenta del Instituto de Acceso a la Información de Veracruz, fue severamente cuestionada por la holganza de ese órgano garante en el llamado caso Duarte. Previo al arranque de las comparecencias, el Comité de Acompañamiento hizo público el manual que conducirá la selección de los 11 candidatos más idóneos, previo al dictamen que elaborarán las comisiones de Participación Ciudadana y Anticorrupción.