Cuando alcanzó la presidencia nacional del PRD, Rosario Robles mantenía mucho de la energía y el carácter que la distinguieron en sus anteriores encargos
Su carácter tozudo parece —a quienes no la conocen— un signo más de su altivez. Pero hace 15 años, cuando alcanzó la presidencia nacional del PRD, Rosario Robles Berlanga mantenía mucho de la energía y el carácter que la distinguieron en sus anteriores encargos, la secretaría de organización del sol azteca cuando AMLO estuvo al frente de esa organización (1996) y la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal, como sustituta de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
En el 2003, la economista chilanga —su familia paterna se había afincado en Echegaray, un barrio aledaño a la zona esmeralda de Naucalpan, Estado de México— cumplía su cita con la historia: luego de la derrota del cardenismo en las urnas, y el frustrado pacto con Vicente Fox que la habría llevado —junto con Amalia García— al gabinete federal, la izquierda partidista acudía a las elecciones intermedias del sexenio de la alternancia.
Con AMLO como baluarte, en el GDF, y otras cuatro gubernaturas —BCS, Michoacán, Tlaxcala y Zacatecas— el PRD aspiraba a convertirse en la primera minoría. Una versión mejorada de las Brigadas del Sol —el proyecto de promoción electoral ideado por el político tabasqueño, que la exjefa de Gobierno comandó en 1996— era la llave maestra que la conduciría al éxito. Al menos, ésa era la idea…
Robles Berlanga iba a cumplir 45 años. Había entrado a la historia por la puerta trasera (fue la primera mujer jefa de Gobierno de la ciudad más grande del hemisferio) al amparo del cardenismo. Ideológicamente estuvo en OIR-Línea de Masas y activamente participó en el sindicalismo, mientras estuvo en el STUNAM. En esos años —recuerdan sus compañeros maoístas— le apodaban La hormiga atómica, más por su parecido a una caricatura infantil que por su trabajo de base.
Universitaria, sin duda. Y cercana a los líderes ceuístas que paralizaron a la UNAM en 1987 —Antonio Santos, Carlos Imaz e Imanol Ordorika—, Robles Berlanga participó en la fundación del PRD. Y por recomendación de Cuauhtémoc Cárdenas, fue secretaria de Movimientos Sociales del CEN que encabezó Porfirio Muñoz Ledo.
Allí estaban Mario Saucedo, Humberto Zazueta, Ramón Sosamontes, Laura Itzel Castillo y Heberto Castillo, los coroneles que después acompañaron a AMLO cuando asumió el control del partido, en 1996, y comenzó con una cadena de triunfos electorales que presagió la derrota del sistema priista.
Rosario había llegado a San Lázaro en 1994, en su única presencia en la boleta electoral. Presidió la Comisión de Desarrollo Social y confrontó más de una vez al entonces secretario, Carlos Jarque Gutiérrez. Entonces, era notable su postura contra el establishment.
La bancada perredista era coordinada por Roberto Robles Garnica. Y entre los legisladores de izquierda más sobresalientes estaban dos guerrerenses, ex cuadros juveniles del PCM: Cuauhtémoc Sandoval y Ramón Sosamontes, quien desde entonces es uno de los personajes más cercanos a Robles Berlanga.
En el trienio cardenista (1997-2000), el político guerrerense fue delegado en Iztapalapa y Venustiano Carraza y conoció al empresario argentino Carlos Ahumada Kurtz, quien rápidamente conquistó los favores de la jefa de Gobierno y se convirtió en uno de los principales patrocinadores del PRD. En Tabasco, todavía se recuerdan sus inversiones a la campaña de César Raúl Ojeda Zubieta, en el 2001, y su intromisión en las finanzas partidistas.
En una suite del hotel Meliá, en el verano del 2002, Robles Berlanga concentró a su equipo más cercano para conocer el resultado de la elección interna. Con ella estuvieron siempre su hija, Mariana, y Ahumada Kurtz, quien desde entonces padeció del desprecio de CCS y AMLO. Luego de que se confirmó el triunfo de su candidata, un grupo amplio de líderes izquierdista celebró en Au Pied de Cochon hasta la madrugada.
Para entonces, Rosario había dejado su casa en uno de los barrios tradicionales de Coyoacán para refugiarse en una casona de San Ángel, propiedad del empresario argentino. Y asesorada por Sosamontes y José Ramón Zebadúa González, había hipotecado las ministraciones del PRD para sufragar la operación de un apócrifo ejército electoral que levantó entonces 4.5 millones de votos (17.5% del total nacional) y ubicó al PRD como tercera fuerza política. El cochinito brotó posteriormente, luego de los reclamos de Ahumada Kurtz y de Banca Afirme.
Robles Berlanga dejó abruptamente la dirigencia del PRD. En el camino dejó deudas por más de 400 millones de pesos y un edificio en la glorieta del metro Insurgentes… justo donde ahora despacha Alejandro Gertz Manero.
Poco después del cochinito y los videoescándalos, volvería a las andadas… al servicio del peñismo. Su primer contrato lo obtuvo gracias a Margarita Jiménez Urraca, su socia en Sostén junto con Ana Vásquez Colmenares y María de las Heras. A partir de entonces, pasó dos sexenios al amparo del priismo.
EFECTOS SECUNDARIOS
PENDIENTES. Una de las últimas acciones del general Salvador Cienfuegos como titular de la Sedena fue la apertura del Instituto Mexicano de Estudios Estratégicos en Seguridad y Defensa Nacionales, un espacio para la formación de “investigadores científicos” —tanto militares como civiles— especializados en desarrollo y defensa nacional. Hace tres meses emitió la convocatoria para su primer doctorado en Desarrollo y Seguridad Nacional, que duraría tres años y tendría un envidiable claustro de profesores. Una veintena de oficiales del Ejército y la Marina cumplieron con el riguroso proceso de admisión, pero nunca llegaron los mandos medios —subdirector de área o equivalente como mínimo— de la Administración Pública Federal ni los académicos. ¿Acaso por las medidas de austeridad? Los cursos iniciaban hace una semana, pero quedaron suspendidos hasta nuevo aviso.
JUBILEO. A mediados de la próxima semana, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión hará una pausa en el desahogo de los asuntos legislativos para homenajear al empresario coahuilense José Francisco Ealy Ortiz, quien cumple 50 años como presidente y director general de El Universal.