En caso de que se acabe, tendríamos que apostar por el mercado interno y eso implica mejorar los salarios Un trabajador mexicano de la industria automotriz es tan productivo como sus colegas de Estados Unidos y Canadá. ¿Cómo explicar que el salario para el mexicano es equivalente a una octava parte del estadounidense? Más aún, … Continued
En caso de que se acabe, tendríamos que apostar por el mercado interno y eso implica mejorar los salarios
Un trabajador mexicano de la industria automotriz es tan productivo como sus colegas de Estados Unidos y Canadá. ¿Cómo explicar que el salario para el mexicano es equivalente a una octava parte del estadounidense?
Más aún, cómo entender que el diferencial de sueldos era menor hace 23 años, cuando el TLCAN entró en vigor. La productividad del trabajador automotriz mexicano creció entre 4 y 6% anual. Eso no sirvió para evitar que la diferencia de sueldos respecto a Estados Unidos creciera alrededor de 30% en las últimas dos décadas.
Cuestiones como las anteriores han aflorado en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio. Hay una acusación de que México ha ganado inversiones y empleos mediante dumping laboral. Hay presión de los sindicatos de Estados Unidos y Canadá para lograr cambios en el acuerdo comercial. En el texto actual, lo laboral está en un anexo y cuenta poco. Para el acuerdo modernizado, todo indica que tendrá un papel más relevante. Los sindicatos maniobran para conseguirlo.
No hay una propuesta formal de parte de Estados Unidos o de Canadá en materia laboral, asegura el secretario Guajardo. De cualquier modo, hay indicios de por dónde vienen los tiros: la exigencia de un compromiso de parte de México para mejorar los salarios y cerrar la brecha que ahora existe frente a Estados Unidos y Canadá. La otra demanda tiene que ver con el cumplimiento estricto de lo que manda la Organización Internacional del Trabajo, en cuestiones como libertad de afiliación sindical y el fin de los sindicatos de empresa.
De México, llama la atención el silencio del sindicalismo oficial y la fe del Gobierno en que no pasará a mayores la presión de los sindicatos de Canadá y Estados Unidos. La posición extraoficial del Gobierno de México es que el tratado debe mantenerse como un instrumento para facilitar el comercio en la región América del Norte. El intento de incluir otros temas le quitaría eficacia: la brecha laboral no podrá resolverse en el marco de la renegociación porque tiene que ver con otros temas no comerciales.
México apuesta por repetir la negociación de 1991-1993 en el 2017. No está fácil, porque en Estados Unidos y en Canadá hay un activismo laboral en torno al tratado que no hubo en los 90. Por diferentes razones, Donald Trump y Justin Trudeau siguen alentando a los trabajadores en sus críticas al NAFTA como está. Los han colocado en un “cuarto de junto” virtual, donde les informan, los consultan y los escuchan.
Difícil pinta esta parte de la negociación para México. En lo laboral, son dos contra uno: Canadá y Estados Unidos contra la representación mexicana. ¿Quién cederá? Para México, el replanteamiento de la cuestión laboral va mucho más allá del TLCAN: nuestra estrategia de crecimiento privilegió una versión donde los bajos salarios son un componente fundamental de la competitividad externa de México.
Usar argumentos de soberanía para persistir en la defensa de los bajos salarios pone en riesgo la renegociación del NAFTA. Sólo los negociadores saben qué tanto están estirando la liga. Desde afuera parece que esa podría romperse. La paradoja es que, en caso de que se acabe el TLCAN, tendríamos que apostar por el mercado interno, y eso también implica mejorar los salarios.
