El suicidio de un jefe aduanal que recibió sobornos extiende las muertes en la gran red de contrabando de combustibles, que medró durante el gobierno de López Obrador
El suicidio de un jefe aduanal que recibió sobornos extiende las muertes en la gran red de contrabando de combustibles, que medró durante el gobierno de López Obrador: una línea de muerte que inició con el asesinato del Rey del Huachicol, Sergio Carmona.
Carmona fue ejecutado cuando López Obrador nombró a su hermano Julio César jefe de Aduana en Reynosa. Carmona pagó campañas de Morena. Y, ayer, murió en una práctica de tiro el capitán Adrián Zúñiga, exjefe del Puerto de Manzanillo.
Antes de Carmona fue ejecutado en la CDMX Carlos Narváez, quien se perfilaba para dirigir la Agencia Nacional de Aduanas, después de que López Obrador sacó de ese puesto a Horacio Duarte y le encargó dirigir la campaña de Delfina Gómez, en el Edomex.
Narváez era sobrino de Octavio Romero, bajo cuya dirección en Pemex se robaron unos siete mil barriles diarios de combustible. Narváez estaba vinculado a la familia López Obrador, a través de su amistad de infancia con los tres hijos mayores del expresidente.
Narváez era brazo derecho de Horacio Duarte, cuando éste dirigía Aduanas e intentó dejarlo como sustituto. De hecho, tras el asesinato, Duarte aumentó su número de escoltas como secretario de Gobierno de la gobernadora Delfina Gómez.
Duarte hasta trajo como secretario de Seguridad del estado al militar Cristóbal Castañeda, quien era el jefe de Seguridad de Sinaloa, cuando el Culiacanazo y la liberación del capo Ovidio Guzmán, hoy preso en Estados Unidos.
También fue asesinada Magaly Nava, funcionaria de FGR que en 2024 denunció la red de huachicol ante el entonces secretario de Marina, almirante Rafael Ojeda, tío del vicealmirante Roberto Farías, capturado hace una semana por ser uno de los jefes de la red.
Ojeda recibió la denuncia contra su sobrino y enseguida la denunciante fue ejecutada: la muerte como única garantía del silencio. El sobrino de Ojeda estuvo libre hasta que hace una semana Marco Rubio trajo su investigación sobre el tema, y fue capturado.
Pero también fue asesinado otro denunciante contra el propio almirante Ojeda y su sobrino recién capturado: se trató del contralmirante Fernando Guerrero Alcántar, a quien mataron mientras realizaba la investigación.
Ajá: la muerte como seguro de silencio. Resulta sintomático que hayan liquidado a quienes le avisaron al secretario de Marina que sus sobrinos eran huachicoleros: Esta coincidencia tiene que estar en la denuncia que, según la FGR, hizo Ojeda.
Porque, en enero de 2024, el tío Ojeda nombró al sobrino Roberto Farías al frente de la comandancia de la Décimo Segunda Zona Naval, en Puerto Vallarta: sí, el que fue apresado el mismo día que llegó Marco Rubio.
Es lógico el apuro por apartar sospechas sobre el jefe de la Marina de López Obrador.
Pero, calma, calma.
