Queda un mes de campaña y frente a la elección presidencial más difícil de su historia, el PRI apostó por la solidez de su ejército electoral, la lealtad de sus gobernadores y el ingenio peñista. Afuera del partido —existen evidencias rotundas— hubo presiones para que Los Pinos accediera a un relevo del candidato en una … Continued
Queda un mes de campaña y frente a la elección presidencial más difícil de su historia, el PRI apostó por la solidez de su ejército electoral, la lealtad de sus gobernadores y el ingenio peñista.
Afuera del partido —existen evidencias rotundas— hubo presiones para que Los Pinos accediera a un relevo del candidato en una especie de segunda vuelta de facto que decantaría el voto útil que derrotará al izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Dentro del PRI —ahora también se sabe— tampoco estaban muy conformes con el desempeño de José Antonio Meade, el coordinador de la campaña, Aurelio Nuño, y la dirigencia partidista, entonces encabezada por Enrique Ochoa Reza.
Después de los primeros escarceos de la precampaña, el exsecretario de Hacienda comprendió que una cosa es el repudio al PRI y otra muy distinta el reclamo ciudadano a la corrupción del sexenio. Y que si bien la marca partidista sería una pesada losa, más valdría reconciliarse con las estructuras promotoras del voto y la burocracia priista, desplazados por los tecnócratas en su malograda aventura como dirigente partidista.
Palmario indicio del distanciamiento entre el abanderado presidencial y Luis Videgaray fue la expulsión de Ochoa Reza del CEN priista, aunque algunos habían observado también que el canciller no fue convocado a recientes reuniones que concitaron a los salinistas. A la hora de alcanzar los consensos para el remplazo del exdirector de la CFE, volvieron a materializarse las contradicciones de los grupos priistas.
Justo hace un mes, José Narro Robles —por intercesión del senador Emilio Gamboa Patrón— accedió a recibir a tres emisarios de la casa presidencial. Después de ese desayuno, el político coahuilense estaba cierto de su mudanza del vetusto edificio de Lieja al despacho principal del edificio B de Insurgentes Sur y Luis Donaldo Colosio.
¿Qué pasó en las siguientes 72 horas? Narro Robles nunca volvió a ser contactado por sus interlocutores. Y en Los Pinos volvieron a hacer caso a los mismos argumentos que a finales del 2015 impidieron que el exrector de la UNAM asumiera la dirección general del IMSS.
A finales del año pasado, el secretario de Salud estaba listo para la mayor encomienda que podría encargarle su partido, pero la decisión fue optar por un candidato-ciudadano. La opción entonces era hacer mancuerna con el proyecto meadeadista y asumir la candidatura a jefe de Gobierno de la CDMX.
Narro Robles prefirió esperar una mejor ocasión. Su arribo a la presidencia del CEN del PRI fue saboteado. Otros personajes —como Claudia Ruiz Massieu o José Calzada Rovirosa— tampoco contaron con el aval del número 2 del peñismo.
Y al final, Meade consintió el ascenso de René Juárez.
Después del debate presidencial de Tijuana, en el equipo meadeadista existen certezas sobre la estrategia, el ánimo del candidato y los pasos a seguir para las próximas dos semanas: dejar atrás a Ricardo Anaya… con ataques directos a AMLO.
Si bien la polémica generada por la postulación de Nestora Salgado al Senado —una continuación de los ataques a Morena por la candidatura a Napoleón Gómez Urrutia y los acercamientos con la familia de Elba Esther Gordillo— ha servido para apuntalar la idea de que es posible marcar la agenda de campaña, entre su equipo permea la idea de que la comentocracia está en su contra.
La opinión publicada y los encuestadores, según esa extendida creencia, están entre los culpables de que se haya extendido la percepción de que la candidatura de Meade Kuribreña no prende. Eso, más que sus deslices tácticos o sus errores de diagnóstico, entre ellos enfocar sus baterías a los asuntos de seguridad, cuando el ánimo de la gente claramente está deprimido, por las afectaciones al tipo de cambio.
El grupo compacto que rodea al candidato (Fernando Vázquez Rigadas, Ignacio Vázquez, Julio Di Bella, Rolando Ocampo) trabaja sin fisuras mientras que Alejandra Lagunes y Aurelio Nuño mantienen sus nexos con Los Pinos. Hay otro nivel, donde los golpes bajos y las animadversiones están extendidas; allí, Alejandra Sota, Vanesa Rubio, Jaime González Aguadé y Javier Lozano han tenido que sobreponerse a su pasado calderonista, pero sobre todo, al rechazo de la nomenklatura tricolor.
EFECTOS SECUNDARIOS
PRESENCIAS. Justo cuando se cumplieron 25 años de los trágicos hechos en los que perdió la vida el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el estacionamiento del Aeropuerto Internacional de Guadalajara, estaba en la Ciudad de México la exprocuradora Marisela Morales. A la ahora cónsul del gobierno de México en Milán, Italia, le tocó conducir las pesquisas de ese magnicidio cuando fungió como coordinadora general de investigación de la PGR. Recientemente, por la exministra Olga Islas de González Mariscal, pudo conocerse un compendio elaborado por Francisco Reynoso Galván, sobrino del finado obispo de Cuernavaca, Luis Reynoso Cervantes, quien siempre discrepó de las hipótesis sostenidas por el cardenal Juan Sandoval Íñiguez y los integrantes del llamado Grupo Jalisco, entre quienes destacaban el abogado José Antonio Ortega Sánchez y Fernando Guzmán Pérez Peláez.
EFECTIVOS. A un mes de que la Guardia Nacional desplegara más de 3,000 oficiales a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México, el dirigente del sindicato que agrupa a los vigilantes, Brandon Judd, consideró tal acción, ordenada por el presidente Donald Trump, como un “colosal desperdicio” de recursos.