Hay dos armas financieras que serían el equivalente de ojivas nucleares en contra de los intereses rusos, pero con efectos radiactivos importantes para los países occidentales atacantes
Entre las preocupaciones que no tiene el presidente Ruso Vladimir Putin, y que sí tienen sus contrapartes occidentales, está el sujetarse a un sistema democrático de rendición de cuentas.
La factura rusa es para la sociedad no para el autócrata que sin remordimientos reprime a sus ciudadanos que se atreven a no estar de acuerdo con lo que él piensa.
La guerra de Putin la paga su gente, pero también la invasión militar a Ucrania, y lo que siga, tiene un alto costo global. Su autoritarismo es el escudo local y sus armas nucleares su apuesta de impunidad internacional.
Ucrania está solo en su defensa, porque la participación de terceros implicaría un conflicto que se saldría fácilmente de control y eso Vladimir Putin lo sabe y lo aprovecha.
Pero hay algo más que usa el autócrata ruso a su favor, el efecto de arma de dos filos de las sanciones económicas y financieras.
El freno a la colaboración tecnológica y el congelamiento de los activos de los bancos rusos Sberbank y el VTB Bank, junto con otras medidas adicionales, fueron certeras pero limitadas.
Y así como una intervención militar directa de Estados Unidos y la OTAN implica una declaración de la Tercera Guerra Mundial, así la aplicación de las sanciones económicas y financieras más estrictas posibles significarían inevitablemente una nueva recesión global.
Hay dos armas financieras que serían el equivalente de ojivas nucleares en contra de los intereses rusos, pero con efectos radiactivos importantes para los países occidentales atacantes.
La suspensión de las operaciones comerciales en el sector energético ruso no hay duda que devastaría las finanzas rusas, pero del otro lado del gasoducto está Europa. La agencia Reuters calcula que de los 6.6 millones de metros cúbicos de gas que todos los días exporta Rusia, 72% lo vende a Europa. Tan solo Alemania depende en 65% del gas ruso.
La otra arma de efectos devastadores para Rusia es cortarle el acceso al sistema de comunicación interbancario SWIFT, acrónimo de Society for Wordwide Interbank Financial Telecommunication.
Aislar financieramente a Rusia del mundo le pega a su población, a sus empresas, pero también a los que están del otro lado del hilo. Las operaciones de venta de energéticos, de materias primas y toda operación comercial pasa por el sistema de comunicación SWIFT, ese es el doble filo que hace que ese castigo, ya aplicado por Europa y Estados Unidos, tenga que ser parcial.
El ataque vía desconexión de sólo algunos bancos, no de todas las entidades que operan en la plataforma SWIFT, implica un ataque que afecta al banco central ruso que tiene que enfrentar una corrida de liquidez y una dolarización masiva que afectan las reservas.
Entre los problemas para occidente están las cuentas por pagar, la interrupción de las operaciones comerciales, el uso de otros mecanismos de comunicación financiera global, como el blockchain de las criptomonedas, y hasta la sustitución del dólar como patrón de cambio.
Putin tiene la propaganda y el garrote dentro de Rusia, y el sufrimiento de su pueblo es un sacrificio que está dispuesto a aceptar. Eso hace de esta guerra algo impredecible que junto con los accidentes militares pueden implicar que el conflicto escale a niveles que hoy no imaginamos.