Sabemos cosas importantes sobre la década de violencia que ha dejado en México más de 200 mil muertos. Sabemos, para empezar, las cifras y su distribución espacial y temporal. Sabemos que dio un salto cuando el gobierno mexicano decidió dejar de administrar y tolerar los mercados del narcotráfico y empezó a combatirlos frontalmente. Sabemos que … Continued
Sabemos cosas importantes sobre la década de violencia que ha dejado en México más de 200 mil muertos. Sabemos, para empezar, las cifras y su distribución espacial y temporal.
Sabemos que dio un salto cuando el gobierno mexicano decidió dejar de administrar y tolerar los mercados del narcotráfico y empezó a combatirlos frontalmente.
Sabemos que su estrategia fue descabezar, desmembrar, debilitar los grandes cárteles de la droga, que se pensaron un tiempo amenazas a la seguridad nacional.
Durante estos años se ha ido, con notoria eficacia, en busca de la muerte o la captura de los jefes de los cárteles. Apenas hay un capo de alguna importancia nacional o regional que no esté preso o muerto.
Sabemos también que el exitoso descabezamiento de los cárteles aceleró la violencia entre ellos. Primero, porque la nueva cabeza del cártel o la banda surgía de un pleito a tiros entre los aspirantes. Segundo, porque la debilidad que provocaba el descabezamiento de las bandas incitaba a sus rivales a atacarla o a expandirse sobre sus territorios, ambas cosas a tiros, en medio de brutalidades sin fin.
Sabemos que esto era también parte de la estrategia: convertir a los cárteles grandes en bandas chicas que serían controladas después por las policías locales que se formarían al efecto.
Sabemos que los cárteles se fragmentaron en bandas y que éstas se multiplicaron y esparcieron por toda la República: Eduardo Guerrero ha contado más de 200 bandas en 23 estados.
Sabemos que las bandas son máquinas más pequeñas pero más violentas que los cárteles de donde provienen, y que las policías que iban a contenerlas no están ahí: no han sido creadas.
La respuesta entonces son el Ejército y la Marina, igual para bandas chicas que para cárteles grandes, de los que quedan al menos dos en mortífero combate: el Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa.
Sabemos, por último, que los operativos militares no reducen la violencia sino la multiplican. Los homicidios crecen 8.9% en los municipios donde se hace un operativo militar, según ha mostrado Laura Atuesta: “Las cuentas de la militarización” http://bit.ly/2sMNoi4.
Sabemos, en suma, que la causa de la guerra es la guerra, y que a más, más.