Hay que desconfiar de cualquier ocurrencia de un dictador y más si se trata de una de Nicolás Maduro, que está en el poder como herencia de un mesías derrotado por el cáncer. Venezuela es el ejemplo que debemos tener siempre presente, de cómo un país que tiene riqueza y un pueblo ejemplar es capaz … Continued
Hay que desconfiar de cualquier ocurrencia de un dictador y más si se trata de una de Nicolás Maduro, que está en el poder como herencia de un mesías derrotado por el cáncer.
Venezuela es el ejemplo que debemos tener siempre presente, de cómo un país que tiene riqueza y un pueblo ejemplar es capaz de tirar todo a la basura en un arranque de enojo colectivo del que se aprovechan los populistas.
Esta nación quebrada y en plena crisis humanitaria tiene una de las reservas petroleras probadas más importantes del mundo. Increíble para un país que tiene hambre, pero es también ese recurso energético el que lo mantiene a flote.
La economía venezolana está hecha pedazos y su sistema financiero, destruido. El país no tiene capacidad para enfrentar más responsabilidades financieras y enfrenta un bloqueo económico de Estados Unidos.
Es ahí donde al antidemocrático pero muy creativo gobierno de Maduro se le ocurrió subirse a la moda de las criptomonedas.
El famoso petro, anunciado con bombo y platillo como la criptomoneda de la República Bolivariana de Venezuela, no es otra cosa que una manera eufemística de emitir deuda con cargo a las reservas del petróleo, que es el único valor confiable que por ahora tienen.
Descubrieron el novedoso mundo de estos commodities virtuales que tienen la característica del nulo control por parte de las instancias financieras mundiales y creyeron encontrar un boleto para el anonimato del tráfico de dinero.
Pero lo que propone Venezuela está lejos del esquema de los mecanismos virtuales tan de moda.
Están en la antesala de una aplicación móvil más que un instrumento virtual de intercambio de valor.
Es como la tiendita que ahora vende refrescos y papitas a través de una app para teléfonos inteligentes; no se trata de un mercado virtual de bebidas gaseosas, simplemente de una sucursal de bonos petroleros venezolanos en Internet.
De entrada, un instrumento como el bitcoin tiene un carácter de omnipresencia que no tiene este instrumento venezolano. Una criptomoneda (con todas las dudas de su carácter de monedas) tiene valor universal y creación virtual global. No hay un gobierno emisor, y una garantía de valor como el petróleo.
El petro se genera en Venezuela, se cotiza en dólares al precio de cada barril de petróleo y quien lo quiera realizar deberá cobrar en bolívares, una moneda hiperdevaluada de nula convertibilidad.
Cada una de estas criptomonedas bolivarianas estará respaldada por un barril de petróleo de Pdvsa y si el supuesto mercado quiere especular con su precio, ya dependerá del temple de quien maneje el instrumento.
Lo malo de esta forma tramposa de darle la vuelta a la emisión de deuda es que no tienen ni el aval interno y mucho menos de Estados Unidos que ya le echaron el ojo a los que pretendan comprar estos instrumentos.
La crisis venezolana no se resuelve con esos 100 millones de petros que quiere emitir el gobierno de Nicolás Maduro, la solución es terminar con esa obstinación de aferrarse al poder de un país al que han llevado los iluminados chavistas al borde del colapso.